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LA DUQUESA DE SUSSEX Y UNA ADORABLE TAYLOR TOWNSEND, BARREN CON EL PROTAGONISMO DE COCO GAUFF.

Oscar Rodríguez Gómez (curador)
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El ritual fue cuidadosamente preparado desde 2016, con el ataque CIA/ITF a María Sharapova como señuelo para el bloqueo a Federación Rusa en las Olimpiadas de Río, en numerosas disciplinas con el consecuente debacle medallero. El tenis de clase mundial hace tiempo vomitó a las cofradías de clubs y ahora es el prestigio nacional el que cuenta. Pobre México.

 

Consumada la chicana olímpica que sumió a Rusia al cuarto sitio (56

medallas), por debajo de Gran Bretaña y China (con E.U. en el primero), la

atleta emblema del imperio cuantitativamente más poderoso -de pilón con

su carrera y residencia en el cualitativamente país más fuerte- trató por

todos los medios (universitarios, literarios, fílmicos, mercadológicos y por

supuesto deportivos) reacomodarse en un ranking que le fue imposible

siquiera estabilizar. Sólo su derritiente imagen y sus éxitos financieros y

socialitos la mantuvieron con esperanza, derrota precoz tras derrota

tempranera en todo torneo en que aparecía.

 

Pero María ahí seguía y la monstruosa marioneta de Proyecto Monarca, con

el numerito del US Open 2018 como estigma histórico (aunque Chrissie Evert suplica que se olvide), aunado a su casi mediocre desempeño en cancha (impropio de multicampeona) Serena Williams pidió ayuda al cielo y el “compló” quedó fraguado ¿Cómo fue que el azar (inexistente, desde que la ciencia le entró a lo cuántico) definiera primera ronda entre archirrivales confesas y probadas mucho más allá de lo tenístico? Con un simple algoritmo. Por fortuna como mexicanos sabemos mucho de cómo torcer la realidad al antojo del poder.

 

Y la bestia negra se vio hasta elegante. Con la diosa arrodillada, un tajo le cortó el corazón y otro la cabeza. Ni modo que la negra dejara a la rusa en bicicleta, sería demasiado evidente: doble 61 en primera ronda del último GS, fuera del top 100, muerta y sepultada por el resto de su carrera, la cual sería locura intentar volverla a su gloria.

 

En otro canal, mucho más divertido, la “Coco manía” proliferó durante la semana de qualy y la primera de Cuadro Principal. Queda de asignatura pendiente ver por qué a lo largo y ancho del planeta informado, hasta los desinteresados del tenis voltearon a ver a la quinceañera cuya gracia fue echar de Wimbledon en primera ronda a Venus Williams. Cori Gauff, aún en la edad de la inocencia, por completo post millennial, ha demostrado una frecuencia vibratoria compatible con una especie deshumanizada y devenida en esclava del chip y que no ha dado nada a nada: inútiles, comodinos y vividores de la inmediatez que resultó la mileniza. El candor de Coco, un bálsamo de inteligencia kinética.

 

LA PIFIA DE MEGHAN

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críticas a Meghan Markle. Su escapada de un día a Nueva York para animar a su amiga Serena Williams en la final del US Open no tuvo los resultados que esperaba. No solo la acusan de comportarse más como una estrella de Hollywood que como un miembro de la familia real británica, ahora los fans de la bestia negra le piden por favor a la esposa del príncipe Harry que no vaya más a los juegos de Williams ya que le trae "mala suerte".

 

Markle no quiso perderse la final del Grand Slam que disputaba su amiga en New York y no dudó en desplazarse hasta la Gran Manzana, a miles de kilómetros de los planes que tenía la Reina Isabel II para ella.

 

El fin de semana coincidente con el cierrre de US Open, la familia real se trasladaba a Escocia, a la residencia real en el castillo de Balmoral, para, entre otros compromisos, asistir a los Juegos de las Highlands. Pero la más reciente incorporación a la familia no estuvo allí. Según informa el amarillista The Sun, la reina Isabel II se mostró "dolida y decepcionada" por no poder contar con la presencia de su nieta política. La prensa británica considera que la decisión de Markle es un desaire a la reina, que adora estar rodeada por toda la familia en Balmoral. Al parecer, los duques de Sussex se habrían excusado ante la reina diciendo que su primer hijo, Archie, es demasiado pequeño para viajar hasta Escocia (el bebé tiene cuatro meses de edad). Una portavoz de los duques también expresó que ambos tenían mucho trabajo, pero la presencia de Markle en las gradas de Flushing Meadows no ayuda a mitigar el disgusto de la reina.

 

Para ver el match, Markle optó por un look informal con un vestido de jean,

cinturón J. Crew y una chaqueta larga de punto gris plata sobre los hombros.

Y así se fue a sentar al box de (¡horror!) la familia Williams, precisamente al

lado de esa cuasi orangután madre de las negras campeonas, la Oracene

Price. Detrás de ellas estaban Venus y la editora de la revista Vogue, Anna

Wintour. Las cuatro compartieron confidencias y risas a lo largo del partido.

Sentado en la fila delante de Markle se encontraba también Alexis Ohanian,

el marido de Serena Williams y el padre de su hija Alexis Olympia, de dos

años.

 

Para evitar las críticas por usar jets privados, la ex actriz (segundona

irrelevante) viajó a la Gran Manzana en un avión comercial de British Airways.

Eso sí, lo hizo en primera clase. Fue sin su hijo ni Harry, quien se quedó al

cuidado del bebé. Así que la crítica mejor tomó partido por la superstición, tan propia del gregarismo que llena estadios y de la cultura afroantillana: las dos derrotas seguidas en Grand Slams de la bestia este año contaron con la complacencia de la realeza. Meghan Markle, su amiga íntima, estuvo en amabas debacles animándola desde el box de la familia. Pobre Reino Unido de la Gran Bretaña.

 

Por eso, y tras su derrota contra la canadiense Bianca Andreescu, muchos fans de Serena no han tardado en pedirle a la duquesa que no concurra más a los juegos y los vea de casa.

 

EL AIRE FRESCO DE LA GORDIS TOWNSEND

 

El US Open 2019 en su versión femenina, tuvo en el encuentro de octavos de final entre Bianca Andreescu y Taylor Townsend dos soplos de aire enormemente fresco para un circuito que, si bien tiene jugadoras muy diferentes, no dispone de 'desafíos' como el que en sí mismo supone la estadounidense, una jugadora que ha sacudido el escenario con un juego de saque-red que no tenía mayor herencia que el de un pasado excesivamente lejano. Junto a ella, la victoria de Bianca Andreescu, que no es sino el triunfo de Canadá como la escuela tenística más productiva y prometedora de la década que ya termina, la segunda del siglo XXI.

Y con la posibilidad de que Taylor Townsend abandere un juego absolutamente extinto en la disciplina femenina, la innovación a partir del retro parecen contribuir a la extraña sensación de madurez que desprende el juego de Bianca con 19 años. No de madurez competitiva o de tener la cabeza en su sitio, sino el impecable equilibrio y naturalidad que proyectan sus golpes y sus juegos, que no es lo mismo, estando ambos en una sincronía prácticamente perfecta.


Como si fuera una pareja de baile, los golpes y el juego de Bianca Andreescu corresponden a una cadencia mucho más propia del paso del tiempo. Es común observar en la precocidad de quien aparece y sorprende la potencia en su juego (Osaka), una enorme calidad en sus golpes (Anisimova), una energía y un derroche vibrantes (Gauff), una personalidad

“¡Vamos Serena!", gritaban desde tribunas la duquesa Meghan Markle y el director de cine Spike Lee, artistazo negro entre los negros y fan de su par en mujeres. Las cámaras lo mismo enfocaban a Tiger Woods que a Michael Douglas, a don Rod Laver muy del brazo de Chrissie Evert, la despampanante jovencísima Daría Medvedev y la de veras inminente esposa de Rafa Nadal, Xisca Perelló, quien a diferencia de la seria mujer del ruso, es más del tipo jocoso y competitivo de Jelena Djokovic.

 

Y en medio de la cosecha de mujeres importantes que sólo el tenis convoca, la supuesta figura de la realeza -de pilón británica-, resultó en bronca para la familia Windsor.


Fue una decisión de último minuto. Un viaje de 14 horas que le valió nuevas

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espectacular (quizá Bencic), pero no es nada normal que una jugadora que acaba de comenzar destaque, entre todas las cosas, por la sintonía con la que la calidad de su juego se alinea con la calidad de sus golpes.

 

Bianca Andreescu recién deja la adolescencia y por la manera que tiene de construir los puntos y finalizarlos, con inteligencia y calma pero también con capacidad para decidir cuando ponerles punto y final, parece haber nacido con la continuidad que anhelaría cualquier entrenador del mundo para una chica de 26 años. Como si hubieran mezclado a Simona Halep y a Kim Clijsters, ambas ya con varias temporadas en el circuito. La canadiense parece ese tipo de jugadora que pone sobre el tablero el ritmo, la longitud del punto y la potencia necesarios para adaptarse a lo que tiene enfrente.

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