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iTUNES, EL JOVEN ABUELO DICE ADIÓS.

Marco Gonsen, Cortesía Proceso
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CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Diría cierto lugar común que Steve Jobs debe estarse revolcando en su tumba. No sería para menos. Una de sus creaciones más fecundas, el programa de gestión de música digital iTunes, pasará, como se dice, a mejor vida. Aunque difícilmente podrá tener mejor vida de la que ya tuvo.

 

La desaparición de iTunes pudo haber sido la noticia más traumática de la más reciente conferencia para desarrolladores de Apple llevada a cabo esta semana en San Francisco, California. No lo fue porque ese software llevaba años arrastrando el desprestigio de ser una aplicación tediosa, poco práctica, con un modelo de venta antiguo, incompatible con la hegemonía del streaming.

 

Al menos, ese fue el tono con el que buena parte de los medios especializados en tecnología reseñaron la conversión de iTunes en tres programas que desplegarán por separado las funciones musicales, de video y de podcast. Un final injusto para una marca que desaparecerá cuando apenas pudo cumplir la mayoría de edad y que entre sus proezas cuenta el haber invadido a las computadoras equipadas con la archirrival Windows.

 

Aunque para la mayoría del público en general el nombre

de Jobs está asociado con los dispositivos que hizo más

populares –el iPod, el iPhone y el iPad, en ese orden–,

nada definió mejor su vocación creativa y empuje

negociador como aquella rocola digital lanzada el 9 de

enero de 2001 para la computadora Mac.

 

Tal como refieren las más conocidas biografías de Jobs

(tanto la archifamosa de Walter Isaacson y como la más

reciente de Brent Schlender y Rick Tetzeli), iTunes

sintetizaba la obsesión del empresario por el minimalismo

gráfico que a su vez se traducía en servicios amigables y

fáciles de comprender para el usuario.

 

Producto de la compra por parte de Apple de una compañía

independiente llamada SoundJam, iTunes se distinguió de

otros gestores de música digital por su visualización simple, en forma de listado, que permitía almacenar y clasificar la música proveniente de la colección de discos compactos del usuario, y que a su vez podía ser grabada en otros CD (una acción a la que se denominaba “quemar”).

 

Sin duda, iTunes fue la semilla de la que emergieron los productos más significativos de Apple, empezando por el iPod, lanzado apenas unos meses después. La necesidad de abreviar el trámite entre pasar el contenido de los CD a las computadoras Mac, para de ahí transferirlo al nuevo y flamante dispositivo musical, llevó a la creación de la tienda digital llamada iTunes Music Store. Una estrategia que además ayudaría a combatir la piratería promovida por aplicaciones tipo Napster.

 

Con su esquema de compra de canciones individuales a cambio de 99 centavos de dólar cada una, la iTunes Store representó el cambio cultural más significativo para una industria musical que primero se mostró reacia a alterar el modelo mediante el cual se obligaba al melómano a comprar un álbum de 12 piezas en las que sólo dos valían la pena.

 

Apostar a un esquema de compra y descarga de canciones individuales significó para Jobs no sólo negociar con las disqueras, sino con los propios artistas, desde sus ídolos de rock hasta los emergentes raperos. Buena parte de su cruzada estuvo impulsada por la convicción de que existe un vínculo especial que lleva al usuario a querer ser el dueño de su música favorita y ordenarla como se le diera la gana. Con iTunes nacieron las playlists.

 

Pero sucedió que ese invento sencillo, conforme evolucionó la compañía, se fue haciendo complicado. Comenzó a gestionar contenidos de fotografía y video en la medida que éstos se fueron incorporando a los subsecuentes modelos del iPod. La tendencia se aceleró con el lanzamiento del iPhone y, más aún, con la apertura a que terceros participaran desarrollando programas para el teléfono inteligente.

 

Así, las apps se sumaron a la oferta de iTunes, que luego se amplió a películas, programas de televisión, podcasts (programas de audio) e incluso libros, por no mencionar que también alojó estaciones de radio digital. La otrora sencilla gestora de música se convirtió en un engorroso supermercado en el que todo cabía, volviéndolo pesado y cada vez menos popular.

 

Pero lo que terminó por sellar la suerte del iTunes fue el surgimiento de Spotify y aplicaciones análogas que contradijeron la creencia de Jobs de que los amantes de la música quieren poseerla en archivos descargables, en forma análoga a la de los antiguos fanáticos que acumulaban viniles, casetes y cartuchos de sus ídolos.

 

La ya vieja -a sus 18 años- iTunes, aquella que con febril pasión presumió Jobs al trompetista Wynton Marsalis para convencerlo de sus bondades, cederá la estafeta a Apple Music, signo de una época en la que todo lo sólido se desvanece en el streaming.

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