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NEIL YOUNG LE CANTA AL GOZO SENIL DE UN NUEVO AMOR Y A LA RABIA ECOLOGISTA EN “COLORADO”.

Oscar Rodríguez Gómez
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Todavía escuchamos hiperemasterizados los “Mr. Soul” y “Expecting to fly” de “Buffalo Springfield Again” de 1967 como si se hubiesen grabado este año. Es una de las pocas certezas que quedan en el Rock como la gloriosa imperfección de Neil Young a sus 73 años y sus imparables innovaciones desde que tenia 21 y la hacía con Stephens Stills, Richie Furay y Jim Messina.

 

Ese country rasposo devenido en Rock histórico, ha adquirido con los años el orgánico talante que caracteriza la larga y tortuosa alianza entre Neil Young y Crazy Horse. Prolífico sin mesura, estilísticamente caprichoso, instintivo y ajeno al enmohecimiento, el músico canadiense, residente de corazón de Santa Cruz, California, vuelve a la efusiva rugosidad que le proporciona esa fórmula básica — guitarra, bajo, batería y amplificadores a máximo volumen— cuando necesita recordar las esencias de un género que le tiene entre sus iconos inmarcesibles.


El nuevo álbum de Neil Young se titula “Colorado”. Tras ahondar en las tradiciones del folk confesional o el más lírico country, la cruda espontaneidad que aportan Ralph Molina (batería), Billy Talbot (bajo) y Nils Lofgren (guitarra, sustituto del jubilado Frank Sampedro) rejuvenece a Neil con diez nuevas canciones grabadas en las

Montañas Rocallosas, huyendo de los incendios que asolan California y que destruyeron su casa en Malibú.

 

La catástrofe parece intensificar la reconocida rabia ecologista de Neil, que aquí sustenta la alargadisima rola “She Showed Me Love”, o la sobresaliente “Green Is Blue”. Se abre, no obstante, el espectro hacia el gozo senil de un nuevo amor —Young se casó el año pasado con la aún bellísima actriz y activista Daryl Hannah— o el recuerdo de compañeros que ya no están, sean su esposa y madre de sus hijos Peggy o su fiel representante artístico Elliot Roberts, cuyos ghosts habitan “Olden Days”. Está, como también es usual, la corajuda bronca política en “Shut It Down”; la denuncia de los supremacistas que pretenden desmantelar un país que nació multicultural en “Rainbow of Colors” y sus sempiternas baladas sentimentales, “Milky Way” o la final “I Do”.

 

Se pregunta el crítico Ignacio Julià, de España: ¿Está “Colorado” al nivel de clásicos

de Neil Young como “Everybody Knows This Is Nowhere” (1969), Zuma (1975) o

Ragged Glory (1990)? Carece de la furia de antaño, cierto, pero frente a la anterior

entrega, ya de planta con Crazy Horse, “Psychedelic Pill” (2012) de elongación infinita

donde todavía crujía la guitarra de Sampedro, ofrece más tonalidades, menos

obcecación. Otro irregular episodio, quizás final, que en sus mejores pasajes entronca

con el majestuoso estoicismo de “Sleeps with Angels” (1994). Y sentencia el crítico:

“Cuando todo lo que nos queda es futuro, y este asoma siniestro, rendirse no es una

opción”.

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