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DÍAS DEL FUTURO PASADO: COPA LAVER, TENIS AQUÍ Y AHORA. EQUIPO EUROPA, TRICAMPEÓN.

Oscar Rodríguez Gómez
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El consenso es la negación del liderazgo.

-Margaret Thatcher.

 

A todos los hombres les gusta creer que pueden

hacer las cosas solos, pero un hombre de verdad

sabe que no hay nada como el apoyo, el estímulo y un equipo.

-Tim Allen (voz de Buzz Lightyear).

 

En punto de las 21:00, tiempo de Geneve, Suiza, se entregaba la presea que confirmaba el

rompimiento del tenis (varonil) con el pasado. Aunque fuese la tercera de tres ocasiones en que el

team de Europa se quedaba con la Laver Cup, el fenómeno, las acciones, y sobre todo la

experiencia vivencial de comunidad de 17,000 agraciados y 20 tenistas, han detonado de

una vez por todas la dialéctica entre los conceptos “individual y colectivo”. “Estar todos de acuerdo

impide que alguien mande”, decía la bruja mala del oeste el siglo pasado, mientras que el

comediante que prestaba voz al personaje de “Toy Story” reviraba: “si somos genuinos y completos,

disfrutamos de lo colectivo”.

 

Hace un año, aquí mismo, titulábamos “Los tres días en que Federer cambió el tenis” en directo

desde Chicago, sede 2018 de Copa Laver. Y el tenis cambió desde entonces y sus consecuencias

repercuten en esa dialéctica entre lo individual (privilegio del deporte rey) y lo comunitario (todos

los deportes gregarios, la mayoría). Y de ello se hizo conciencia en

Palexpo, con su cancha de madera color gris antracita (la raza le dice “cancha negra”), en Geneve

del 20 al 21 de septiembre de este 2019.

 

Roger Federer, magnate, mentor y artista, ha elevado al tenis como colectividad y a lostenistas como mínimos común denominadores a la síntesis de lo kinético y lo artístico (danza y marcialidad) con lo estratégico (ajedrez, cuántica) en lo que era un mero deporte más para los clubs y sus cofradías. El tenis clase mundial es el espectáculo más grande del mundo conducido por dos o cuatro personas, que requieren de 40 detrás de ellas y de miles para corearlos. Pantagruelesco público voluble y exigente, que de súbito se ve ante las máximas figuras mundiales, siempre enfrentadas por las buenas o las malas, ahora entrelazados en emoción, pensamiento y acción, sencillamente en pos de la felicidad del triunfo…entre todos juntos.

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Nunca la Copa Laver, en sus dos anteriores ediciones, había tenido la emoción que la disputada el fin de semana pasado en el Palexpo de Ginebra. El equipo “Resto del mundo” había ido a remolque en el marcador las dos primeras jornadas, pero reaccionó con las dos primeras victorias del domingo por parte del dobles formado por John Isner y Jack Sock, verdugos de Roger Federer y Stefanos Tsitsipas, del equipo Europa; y la del chavito Taylor Fritz ante el consagrado enamorado Dominic Thiem. Con un sólo punto de diferencia a la hora de la verdad, la mayor calidad de los jugadores europeos sirvió para firmar la remontada. Primero fue Federer quien puso el 11-10 en el

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marcador y Alexander Zverev el de la puntilla tras acabar con la resistencia de Milos Raonic por 64, 36 y 10-4 vía súper tiebreak.

 

Ante el público más educado de Europa, sin más distingos que sus preferencias por Roger, Rafa y Sacha, o por el indescriptible Kyrgios o la guapura juvenil de Fritz y Shapovalov, el torneo también demostró la estupidez de considerarlo ITF y ATP  como “de exhibición” y sin valor al ranking. Nada más cuenta el enfrentamiento de jugadores para efecto de H2H. Tendrá que cambiar eso, como cambió una putrefacta Copa Davis que estuvo a punto de desaparecer, precisamente por lo avinagrado de su larguísima existencia que consumió al periodismo especializado mexicano, obnubilado ante el cambio de siglo y modalidades de torneos, sólo porque México tuvo glorias en esa añeja competición.

 

La baja de Rafa Nadal por lesión perjudicó claramente los intereses de Europa en la

tercera y decisiva jornada de la Laver Cup, aunque el equipo continental resistió y se

llevó el título por tercera ocasión. El súper estrella manacorí iba a jugar por segunda

vez en dobles junto a Roger Federer (en 2017 vencieron a Sam Querrey y Jack Sock en

Praga), pero una inflamación en la mano izquierda se lo impidió.

 

Los Juanes de World Team, Isner y Sock, aprovecharon la ocasión para superar por 57,

64 y 10-8 al suizo y al sustituto de Nadal, un Stefanos Tsitsipas que no resaltó etren de

simpatía que llevaba en el año. Después, Taylor Fritz, locura de  las damasreemplazó

por su parte a Nick Kyrgios -lesión en el hombro derecho- y venció al suplente de Nadal en singles, Dominic Thiem, por 75, 67 (3) y 105. Así que Roger salió al rescate del Viejo Continente con una victoria vital contra John Isner por 64 y 76 (3), para que finalmente el de nuevo Príncipe heredero Alexander Zverev no fallara para culminar la remontada con un agónico triunfo frente a Milos Raonic por 64, 46 y 104 y así retener la Copa.

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Y es que el Europe Team no tuvo un capitán sino cuatro. La aureola de energía trascendental de Björn Borg, siempre silencioso y deslizante, sirvió justo para eso: la transmisión de serenidad y paz. En las acciones, dentro y fuera de cancha, Thomas Enqvist, vicecapitán, no paraba de instruir al jugador; Federer, por su parte, lo animaba técnicamente en momentos difíciles, pero Nadal, incluso tras de su lesión, fue la omnipresencia del equipo azul de las estrellas de Europa. A veces en español, otras en inglés y hasta en francés (le faltó gritar en helvético) tuvo todo el torneo a público y jugadores con el corazón en la garganta. He aquí el punto de quiebre: los más grandes jugadores del siglo, rivales por naturaleza, hombro a hombro con una meta en común.

Aquí fue también donde la TV de paga demostró para que sirve en estos tiempos de streaming. Al menos en dos ocasiones la cámara se fue hasta el baño: primero, cuando Rafa llegó a estar debajo de Milos y pidió tiempo para excreta, el dueño del torneo lo siguió hasta donde el rey va solo, detuvo a la cámara y al regreso de ambos Rafa muy sonriente cerró a su favor el match. Y luego, en el infartante final, con Zverev en la cuerda floja, los máximos tenistas

del mundo tomaron al principito cada uno de una oreja y encerrona de dos minutos.

Sacha también salió feliz y ganó la Copa Laver para Europa.

 

El Team World acarició la gloria durante la mayor parte de la jornada en virtud de que las

victorias del domingo valían tres puntos. Tres gringos, dos canadienses y un australiano

la tuvieron a la mano dos veces (7-11 y 10-11), pero se quedaron con las ganas. La

realidad es que los internacionales, bien capitaneados por John McEnroe, vendieron cara

su derrota. "Estoy ya cansado de todos ustedes pero los felicito", bromeaba 'Big Mac'.

"Estoy orgulloso de mis chicos". Para Björn Borg, "quizás hemos tenido un poco de suerte esta vez. El nivel tenis por parte de los dos equipos ha sido muy alto y puedo decir que soy un capitán feliz esta noche”.

 

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Los capitanes europeos, Borg y Enqvist, entrelazados con Nadal, Federer, Thiem, Tsitsipas, Zverev y Fognini celebraron en rueda, con saltos y cánticos, la victoria. Lesionado, Nadal no tuvo problemas para levantar la copa con ambas manos y disfrutó como el que más tras contribuir el sábado con dos puntos y también en aspectos intangibles: ánimo, sugerencias, regaños y hasta órdenes estratégicas que caracterizaron a la Fiera durante todo el fin de semana. El año que viene, la vieja Europa irá por el cuarto título en territorio de Nueva Inglaterra, el leguleyo Boston, cuya cancha de los Celtics será la sede 2020 de Copa Laver. Ahí nos vemos…

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