El que debió ser un bonus disc y que acabó cobrándose como nuevecito, reúne según eso la totalidad de las rolas creadas durante el viaje que significó “Egypt Station”. Van desde las grabadas en estudio, donde destaca la versión larga del hit original de “Egypt…”, la sorprendente 'Get Enough', hasta shows en vivo capturados en conciertos de lo que va del año en Abbey Road Studios, en la aún viva y emblemática The Cavern y hasta en Grand Central Station.
LA PERRA HA VUELTO
“¿Cómo fue tu infancia, Elton?”, pregunta Sebastian Rich en la introducción al Soundtrack Original de “Rocketman”, el cacareado biopic de Sir Elton John quien responde, en voz de Taron Egerton, con chicas del coro y todo:
I was justified when I was five
Raisin' Cain, I spit in your eye
Times are changin' now the poor get fat
De hecho, la película arranca con la llegada de su protagonista a una reunión de alcohólicos anónimos que servirá como hilo conductor para repasar diferentes etapas de su vida. Sin embargo, son las canciones las que sirven para hacer avanzar la trama en lugar de servir como un hecho aislado más o menos memorable. El primer súper número musical, “Saturday night is allright for fighting”, resulta ambientado en un pub victoriano, y no en las entonces nacientes discotheques o de plano en las calles, como lo muestra el cover que a la rola le hicieron The Who.
Y es que Rocketman se aleja mucho de los mejores biopics de artistas musicales de la historia del cine: Bird (1988), sobre Charlie Parker; Last Days (2005), sobre Kurt Cobain; I’m Not There (2007), acerca de Bob Dylan; Control (2007), la vida y muerte de Ian Curtis (Joy Division); The Runaways
TENIS, CINE & ROCK AND ROLL
Página del Oscarito, para leer sin prisa.
“¡TEQUILA!” HACE BRAMAR KING CRIMSON 50 A MEXICO.
Oscar Rodríguez Gómez
“Lengua de Alondra en aceite de lavanda, parte uno” es caballito de batalla para que King Crimson esté abriendo sus conciertos conmemorativos de los 50 años de Robert Fripp al frente de la banda de Rock más poderosa de la historia. No por su base social (Grateful Dead, hoy Dead & Company, se la lleva), ni mucho menos por su espectáculo artificial (insuperable el modelo Pink Floyd o la ocurrencia de Björk en su show digital “Cornucopia”, también presentándose en CDMX), sino por la emoción afectiva, hipnagógica, espiritual y cognitiva, sólo con su música, que vuelve loca a la gente.
¿Por que King Crimson tiene tantos fans en CDMX mientras es rechazado por las mayorías poperas (y hasta desconocido entre la ignara raza) por “intelectual”? ¿Por qué la banda escogió la capital más poblada del mundo – y en Latinoamérica- para iniciar la fase final conmemorativa de los 50 años del lanzamiento de su primer álbum? Quizá las respuestas sean fáciles de hallar en las letras de su hit eterno, ‘21th. Century Schizoid Man’ -por cierto que no la tocaron en el estreno del viernes 23- o en ‘Pictures of a City’, de su “Despertar de Poseidon”, rolas ambas cincuentenarias.
El tema es que “Larks Tongues in Aspic, pt. 1” arrancó sin decir agua
va y desde la introducción percusiva a base de placófonos comenzó
la hipnosis a ritmo del crescendo dramático de las liras, hasta llegar
al climax con el bandón en pleno que llenó el Teatro Metropolitan,
con capacidad para 3,200 afortunados, entre los que estuvimos los
que al primer intento nos hicimos de las cinco primeras filas del
lunetario.
Siempre hasta atrás del alineamiento del grupo, Robert Fripp se veía
muy repuestito, bien prendido, sonriente a cada rato y aún más
discreto para con sus músicos, a quienes daba todo el crédito. Y
entonces Mel Collins tocó la flauta.
Fundador y ahora de planta en Crimson, Mel, el maestro de los alientos, hizo esperar sus saxes y le tupió duro a la improvisación con flauta, tanto como para ir llevando a la gente en su viaje, que fue mezclándose con la melodía de la populachera “Tequila” -jamás la había yo escuchado jazzeada-, a cuyo término Collins brazo en alto hizo que más de 3,000 gargantas bramaran “¡Tequila!”, y así empezaron las tres horas de concierto más importantes del año en Mexico.
Tras la tanda de aplausos, el Crimson se puso realista y espetó su hit de “Radical Action” de 2016, “Suitable Grounds for the Blues”:
“This is how it ends
All bitterness and bruising
How it soon descends
Into victory and loosing
These are suitable grounds for the blues
This is how it ends
All screwed up and confusing
No fear it might offend
That former loved one you're refusing
Resentment mixed with anger
Is suitable grounds for the blues
Suitable grounds for the blues
This is how it ends
The acceptance of delusion
The urge to condescend
The inevitable conclusion
These are suitable grounds for the blues”.
Tras “Jardines adecuados para el blues” vino “Red” y ya no le pararon. Los siete magníficos, los siete magos, los siete artistas, los siete cerebros enlazados. Al centro, con los cueros bien templados y un synthe para celestializar el religue a la tierra, Pat Mastelotto puso a girar en estéreo a dos bateristas laterales, Gavin Harrison y Jeremy Stacey, que fueron un espectáculo en sí mismos. Igual que los demás, cada uno de los músicos fue un concierto solista.
En segundo plano -¿recuerdan cuando los bateristas ni se veían?- el requinto y cantante Jakko Jakszyk, de 61 años con look de 40 hubo de echar toda la carne al asador para estar a la altura. Tras de él, un historial de voces que incluyen a Greg Lake, Adrian Belew y John Weton, a quienes quizá no supere, pero su papel en los 50 KC es vital para cantar los próximos 50 del siglo XXI. A su lado, brujazo con su Chapman Stick, Tony Levin acapara las luces. Un bajeo que va de lo rítmico a lo sideral pasando por la requinteada, conjura a Ariel y su corte para rendirse el espíritu ante la genialidad musical.
Y es que King Crimson, lejísimos de la música pop y su manipuleo, es un Robert Fripp, también lejano a sus misterios del pasado, lleno de vida y creatividad, envidia de setentones abueleados que oyen Beatles negando (ignorando) todo lo demás, está muy contento porque su colega fundador, un también muy repuesto alientista Mel Collins salió a escena como “Demoño rojo”. Elegante corbatín de tono intenso sobre camisa negra que lo convirtió en el protagonista de la noche entera. Flauta y sax son sus preferidos, recorriendo durante el concierto desde el sax soprano hasta la flauta contralto, que puso en escena “la frente perlada de sudor de Miles Davis, los ojos en blanco de John Coltrane, la seriedad escolástica de Brandford Marsalis y lo más ácido del acid jazz posible”, dice el crítico Pablo Espinosa, a quien se debe la primera crónica (a medianoche) de nuestro quinto viaje con King Crimson en México:
“Como pieza de regalo, ‘In the court of the Crimson King’ enlazó la genealogía completa: los cincuenta años de música que lleva Robert Fripp a cuestas. Bella celebración final: poner en primer plano la música isabelina y a William Shakespeare como emblema de la cultura del jipismo, del primer rock, el libérrimo, bandera de una música, la de King Crimson que es de piel y entraña y resuena en la vermis, en la zona reptiliana, el recoveco más primitivo del cerebro y donde ocurren los procesos más delicados del humano, el de celebrar rituales sagrados”.