top of page

BIANCA ANDREESCU, DUEÑA DE COPA ROGERS TORONTO: SE LE RETIRA LA NEGRA WILLIAMS. PERDEDORA, OSAKA RECUPERA EL UNO.

Oscar Rodríguez Gómez, con info de Fernando Murciego PdB.
image1.jpeg

Se tuvo que reprimir al ver la retirada de Serena Williams. Represión de la buena para no caer en sanción. Ya sabe que el júbilo del planeta tenis por derrotar otra vez al tenis boxistico la acompañará el resto del año, pero Bianca Andreescu sabía también que la Copa Rogers merecía la mejor de las celebraciones. Y se trepó a la silla del supremo juez, alzó el trofeo y desbordó la alegría de una mujer que ha tocado el cielo en su casa, con su público entregado, con su generación millenial en la cúspide, tras pisar la cabeza de la serpiente. Pocas emociones más bonitas que esa nos da el tenis de damas.

 

Un final maravilloso para una semana de grandísimo tenis. Bianca Andreescu, de tan

solo 19 años, se proclamó este domingo campeona del WTA Premier 5 de Toronto

tras la retirada de su rival, Serena Williams, quien tiró la toalla tras haber transcurrido

solo cuatro juegos (3-1). “No aguanto el dolor”, confesaba la anómala afroamericana

en el banquillo, mientras la nueva campeona de Canadá tras de 50 años de sequía la

consolaba. Final merecida para ambas, con todo lo bueno para Bianca y otro peldaño

abajo para la terca, voluntarista y vulgar negra favorita de “los deportistas”.

 

Bianca Andreescu está protagonizando una de esas historias de épica que tanto

emocionan a todos. La canadiense se sobrepuso a su falta de ritmo competitivo y

molestias en el muslo derecho (no jugaba desde su coronación en Indian Wells en

primavera) para ir cosechando triunfos ante rivales superstars. Sin ninguna concesión por parte de los organizadores, la hoy primera reina millennial de clase mundial, decapitó a la creme de la creme del decadente Top 10 desde la primera ronda.

 

Primero había que afianzar la casa. La anfitriona tendría al público a su favor todo el tiempo y el orgullo y pasión tan muy del tenis tendrían que responderle. Así cayó la excedida en sensualidad y sus prácticas, Eugene Bouchard, en el arranque. Luego había que parar a las últimas Generación X, y tocó a Daría Kasatkina la rifa del tigre. Y enseguida las consagradas: la reina de las Tierras Bajas, Kiki Bertens, de plano fue trapeador para la robusta Bianca, tras de lo cual le fue contra Karolina Pliskova, favorita no sólo al título, sino al Uno planetario. La flaca no la hizo y la cima es de nuevo de una suertuda Osaka a la que se le retiró Tatjana María; que deshizo el proyecto de Iga Swiatek y que gustosa aceptó perder ante la monstruosa Williams, la revanchista del escándalo en USOpen’18.

image2.jpeg
image3.jpeg

En el tramo final, Bianca partió como favorita en las semifinales ante Sofia Kenin y supo gestionar la presión que eso suponía para certificar su pase a la final, tras vencer por 64, 76 (5), reponiéndose de un bajón físico y mental cuando lideraba por 5-2 el marcador en el segundo set.

 

En la otra semi, la también chavita de 21 años Marie Bouzkova, procedente de la qualy, antes de que la parara la negra, había pasado a cuchillo a puras top 10, campeonas de Slams y hasta ex uno del mundo. Ante la incandescente nueva belleza del tenis cayeron, una a una, Sloane Stephens, Jelena Ostapenko y la hormiga atómica, Simona Halep.

Antes de ganarle a Bouzkova, la Williams esperaba el encuentro frente a Naomi Osaka desde septiembre de 2018, cuando la mestiza japonesa la derrotara en la final del US Open, donde la anómala Williams tuvo discusión, gritos antropoides y destrucción de raqueta con el juez Carlos Ramos, opacando brutalmente el triunfo de su admiradora, deshecha en lágrimas.

 

Once meses pasaron desde aquel encuentro para volver a verse las caras dentro de una cancha. Y esta vez la victoria quedó para el lado de la energúmena: 63, 64 en los cuartos de final del Premier de Toronto para meterse dentro de las mejores cuatro del certamen. Y obvio que la Osaka no se fue satisfecha a pesar de que la aritmética – y sólo los números- le regresaron su Uno mundial.

 

Ahora desaparecieron sus desplantes que se granjearon el desprecio de los artistas

de la raqueta y, en rueda de prensa, se mostró humilde, tímida y sin la mínima

voracidad competitiva. "Creo que hice un buen partido, pero no encontré la manera

de impedir que ella desplegara su mejor nivel. He tratado de mantenerme positiva en

todo momento y creo que puedo hacerlo bien en Cincinnati y Nueva York, he

aprendido mucho de este partido. Si tengo que perder con alguien, que sea con

Serena es lo mejor porque ella ha sido mi gran inspiración siempre", sentenció la

nipona antes de referirse a su nueva posición en el ranking WTA.

 

"Es emocionante, un gran honor volver al número 1. Pero a la vez, siento que me

genera más presión y algo de inseguridad, Debo aprender a aislarme de lo que la

gente diga y que ello no me afecte, no puedo centrarme tanto en ganar o perder partidos como en ir aprendiendo como parte de un proceso", declaró.

 

Y llegó el examen final. Un 15-15 inofensivo en el primer juego denotó al instante el sentir del público: si el punto iba para un lado, tímidos aplausos; si el punto iba para el otro, ovación monstruosa. Suficiente para que las sospechas de la negra  se despejaran. Hoy, la multitud jugaba en su contra. Rápidamente le cambió el bodoque de su rostro, comenzó a mirar más al suelo que de costumbre, aunque aún con su aire de perdonavidas, pero no contra su rival, sino – que ocurrencias- contra el público desafiante.

 

Ser la favorita da fuerzas, pero no acelera partidos. Como vigente campeona de Indian Wells, esta final respondía la duda sobre qué camino tomaría la carrera de la ponchada millennial. La experiencia reciente muestra que nunca se puede apostar a ciegas por el talento joven -recuérdese el caso de Ostapenko-, pero Bianca parece regirse por otros parámetros nada convencionales qué hay que desentrañar por su potencial de innovación. Hoy, con una leyenda enfrente como Serena, no se le vio compungida, pequeñita, intermitente, ni muchos menos. Esa cabeza disfruta y funciona mejor en los días grandes. Transcurridos los tres primeros juegos, la canadiense ya tenía el break a su favor.

image4.jpeg
image5.jpeg

Aún son muchos, sobre todo “los deportistas” (y peor aún las cofradías de clubs y asociaciones) los que no entienden que el cambio generacional en la WTA ya es una realidad absoluta. Hoy, por ejemplo, los intercambios hablaban por sí solos. Si eran largos, era Bianca la que salía triunfante. Si eran cortos, era Andreescu la que encontraba el winner antes que su rival. Y de pilón el saque de Williams tampoco estaba en marcha, siendo una doble falta el golpe con el que entregaba  su servicio.

 

Demasiado para la decadente estorbo de dos generaciones. Cuando Bianca se ponía 3-1 en el luminoso, y el reloj marcaba 19 minutos de primera manga, la trepadora con su músculo caminó a su banca y estalló en llanto. “No aguanto este dolor, es demasiado”, le confesaba a la propia Andreescu, quien aplazó su celebración del titulo y se fue directamente a consolar a su rival.

La canadiense era la nueva campeona, en casa, en su primera final allí, pero había cosas más importantes, pero poco usuales en un mundo de intriga, envidia, rivalidad inútil y mucho dinero de por medio. Una compañera estaba sufriendo y necesitaba ayuda, el festejo podía esperar. Ese humanismo que la tecnología y el capital no han vencido, por parte de Bianca Andreescu, fue lo más lindo que dejó una tarde donde, a falta de tenis, hubo mucho respeto, empatía y solidaridad.

image6.jpeg
bottom of page