top of page

50BB, PARTE CUATRO. LO MEJOR (Y PERTINENTE) DEL 67-68.

TOMA I.

Oscar Rodríguez Gómez
image1.jpeg

El trayecto de The Beatles para llegar a su Álbum Blanco, a diferencia de su pasado de twist y gritos, con solamente los Rolling Stones de contrapeso pop, para 1967 se había megapoblado de bandas y grandes solistas, todos cuyo andar se prolongó por inercia hacia el ’68, aunque con diferente climax.

 

Muy lejos del swinging London del Sargento Pimienta, la quinta economía del mundo creaba sus propios mitos a ritmo de Rock. De las playas de Venice, California, el 4 de enero de 1967 salió la repartición de vinilos por todo Los Ángeles del primer disco de The Doors, “las puertas de la percepción” como Jim Morrison, iniciado, quizo la connotación de la banda liderada musicalmente por Ray Manzarek. A finales de año, redondearían su inédita forma de involucrar las audiencias en los performances del Príncipe Lagarto -bastante más inventivos que el yeah, yeah-, con su segundo álbum, “Strange Days”. El 3 de julio de 1968 presentarían su “Waiting for the sun” y con ello el happy ending de su primera y crucial etapa.

Ajenos y cáusticos ante quienes los consideraban los Beatles californianos, la celestial banda de The Byrds, tras de dos años ininterrumpidos en el hit parade, conocieron los infiernos. Con la mejor Rickenbaker de todos los tiempos, Roger McGuinn

enloquecía las bikini parties con requinteos aún hoy insuperables, pero siempre a la sombra del enigmático, burlón y pachequísimo David Crosby, puntillosa guitarra acompañamiento, quien se dedicaba con gusto a hacerle la vida imposible a McGuinn. Impávido, el bajista country Chris Hillman mantenía el ritmo al lado del pequeño Michael Clarke en la bataca, mientras que el mezzotenor Gene Clarke no sólo abandonaba el grupo al tercer álbum, sino que pasaría a mejor vida el año siguiente.

 

“Younger than yesterday” (YTY) es el cuarto álbum de The Byrds. Lo antecede toda una narrativa. Considerados los reproductores estéticamente perfectos de la música y poesía de Bob Dylan -quien varias veces se echó la paloma con ellos- los pájaros cumplieron esa expectativa desde 1965 con su primer LP “Mr. Tambourine Man”, al que siguió “Turn, turn, turn”, ambos discos de textura angelical, en contraste con la rudeza chillona de su guía poética. Luego llegaron los días del LSD y los ojos escuchaban, los oídos veían, la piel se ponía chinita, el cerebro se retorcía y las gónadas estallaban. Era el álbum “5D” (Quinta Dimensión) y la toma del Whisky A-Go-Go por las huestes psicodélicas, cada vez más cerca de la divinidad y en franca mutación de veinte siglos de represion. Era el 6 de febrero de 1967.

 

“So you want to be a rock & roll star”, obertura del YTY, es una lección de vida, hoy comprobada en toditita la cultura pop, acerca del star system que apenas nacía con el Rock. La cruel configuración de los amos del entretenimiento, sojuzgados lo mismo por mercadólogos que por miríadas de fans, la pajariza se atrevió no sólo a exhibirla, sino a exaltarla justo como escape a la simple y atolondrada existencia de una juventud que dejaba de languidecer en el sueño americano. “El precio que pagaste por tu riqueza y la fama ¿Fue todo un juego extraño? Quedaste un poco loco; el dinero que llega, la fama y la aclamación del público (pero) no olvides quien eres, eres una estrella del Rock and roll”.

 

En Los Ángeles también surgieron, de lleno en la explosión psicodélica, The Mamás and the Papas, The Lovin’ Spoonful, Buffalo Springfield y Love, por señalar las raíces imprescindibles. Hermosissima Michelle Philips, en deliciosos Levi’s entallados color blanco, contrastaba con el atuendo de pitonisa del ácido de Mama Cass Elliot mientras arrobaban con el primer éxito californiano globalizado, y por partida doble: “California Dreaming” y “Monday, Monday”. A John Philips y su increíble mujer Michelle, se debe la idea, conceptualización, planificación, puesta en marcha y todo lo que más se quiera del PRIMER CONCIERTO MASIVO DE ROCK de la historia: “Monterey Pop”, retratado muy en tiempo y forma por D.J. Pennebaker, sin duda el máximo hacedor de biopics de estrellas del Rock.

 

Próxima entrega: Más de Los Ángeles y las luces de la bahía de las “San Francisco nights”.

image2.jpeg
bottom of page