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CUANDO AGNES VARDA ACEPTÓ LA LÓGICA DE HOLLYWOOD.

PARTE III

Oscar Rodríguez Gómez

De acuerdo con el portal mujer.com, la inalcanzable Agnes Varda era afecta a la fiesta pero no a las instituciones, por eso fue una gran sorpresa que aceptara el Oscar Honorífico 2017. En seguida la transcripción de la entrevista que el portal le hiciese hace un año:

 

¿Qué ha sentido al recibir este Oscar de honor?

 

Sentí el privilegio de haber vivido una velada excepcional, única, tan memorable que, por momentos, tuve la impresión de estar un paso por detrás de la realidad. Fue una

ceremonia seria, pero en mi cabeza yo bailaba. La lógica de Hollywood, con sus estructuras basadas en el éxito, el

dinero, el valor de las estrellas y la importancia de la taquilla, funciona y ha dado lugar a películas

maravillosas, y también a algunas que no lo son tanto. Y en este sistema, esa noche, aclamaron miforma de hacer cine independiente y marginal.

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¿Agnès Varda podría vivir en ese ecosistema de Hollywood?

 

En absoluto, me quedo donde trabajo, en el margen. Mis películas nunca hicieron dinero, pero tienen valor. Sé que reconocen mi trabajo, porque empecé a rodar antes de lo que se llamó la Nouvelle Vague y mucho antes de que algunos grandes cineastas norteamericanos empezaran atrabajar. Ellos conocen lo radical que es mi trabajo.

 

¡Jessica Chastain la presentó como un "icono iconoclasta"!

 

Agnès Varda Iconoclasta, sí, por qué no. Nunca en toda mi vida he respetado las normas y siempre he tratado de borrar las fronteras entre la ficción y el documental, la fotografía y el vídeo y lo digital, el color y el blanco y negro... Me siento artista y cineasta, mezclo las cosas, confundo los géneros, no respeto los formatos, me muevo entre todos los medios de expresión visual. Me gustan las digresiones, exactamente igual que en la vida. No somos máquinas, y hay que dejar espacio a la sorpresa y a las emociones. Se habla a menudo de un "guion sólido", y yo siempre respondo muerta de risa: "Esto es un guion líquido", abierto a los pensamientos evanescentes, que fluye como un río. Una película no es solo una estructura organizada, es también una materia viva...

Usted fue fotógrafa, cineasta y también escultora. ¿Cómo se abrió paso en la encorsetada sociedad francesa de los años 50?

 

Nunca me preocupé de la presión social. No fui a ninguna universidad ni a ninguna academia, nunca fui asistente de rodaje o de fotografía. Soy autodidacta. Cuando escribí mi primera película, pensé que se quedaría en un cajón, como un poema, pero se rodó. Fue posible gracias a una pequeña herencia y a la generosidad de un equipo de gente maravillosa, entre ellos Philippe Noiret y Alain Resnais, que entonces era montador.Para quien no lo sepa, Resnais (Vannes, 3 de junio de 1922 - París, 1 de marzo de 2014), además de “Hiroshima mon amour” inventó “El año pasado en Marienbad” en la transición a los ‘60s y “Providence”, “Mi tío de America” y “La vida es una novela” en los 70’s-80’s. Sus últimas obras fueron “Las malas

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hierbas” en 2009 y “Amar, beber y cantar (Aimer, boire et chanter) en 2014.

 

¿Cómo eran sus relaciones con los realizadores de la Nouvelle Vague, que no tenían fama de ser muy acogedores?


No me movía entre ellos. Estaba con Jacques [Demy], otro solitario. No veíamos a gente. Éramos

 

amigos de Jean-Luc Godard y Anna Karina. Vivíamos en la Rue Daguerre, en París, o en Noirmoutier; no pertenecíamos a ningún grupo. Y luego, también hay que tener en cuenta que la Nouvelle Vague es un nombre que se dio 10 años después a varios cineastas que rodaron en los años 60, pero no era un grupo, ni una teoría: solo un nombre. Los surrealistas sí elaboraron un programa común; la Nouvelle, no. No formé parte de ella, no pertenezco a ninguna corriente, solo a la mía.

 

Usted sigue siendo una mujer muy moderna...

 

Moderna... No sé lo que quiere decir esa palabra. Soy curiosa. Por ejemplo, con JR lo que me gustó fue combatir la idea de "lo que corresponde". Él y yo tenemos 50 años de diferencia; en principio, no tendríamos por qué estar juntos, pero sentí el placer de ser una vieja que trabaja con un joven.

 

Se habla con frecuencia de la escasez de directoras de cine. ¿Qué piensa usted de ello?

 

En Francia, tenemos muchas y muy buenas: Céline Sciamma, Noémi Lvovsky, Claire Denis, Patricia Mazuy... Somos el 26%, no está nada mal. Nunca me he planteado el hecho de ser mujer, incluso cuando alguien, como me ha pasado recientemente, me ha dicho que, si hubiera sido un hombre, habría tenido más éxito. No lo creo. No me preocupaba imponerme como mujer; lo que quería era hacer películas radicales o inventivas. Pero feminista, sí, lo soy desde antes de que se acuñara el término: nací feminista y fui militante.

 

¿Se tuvo que enfrentar a comportamientos machistas?

 

Creo que nunca me rechazaron una película por ser mujer,

sino por ser demasiado originales o demasiado caras. Nunca

me moví entre los típicos machos. Jacques [Demy] era muy

abierto y más bien feminista.

 

El asunto Weinstein...

 

Las mujeres despreciadas, acosadas o violadas tienen que

tomar la palabra. El poder social puede ser horrible, pero es

peor cuando se convierte en poder sexual, teniendo en

cuenta que los hombres tienen esa tendencia natural a

oprimir a las mujeres. Es una lucha que debe seguir en las

fábricas y en los despachos, donde el derecho de pernada

sigue existiendo. Y es una lucha quedeben llevar adelante

tanto las mujeres como los hombres. Viene de lejos.

 

 En Francia, las mujeres solo tienen derecho al voto desde

1944. Yo he participado en esa lucha. Fui una "niña madre", algo que estaba mal visto, pero eso no me molestaba, al contrario. Firmé el manifiesto de Les 343 salopes (Las 343 zorras) denominado “Declaro que he abortado", que fue un verdadero acto político. De hecho, la mitad de esas mujeres no había abortado. La justicia de clase era insostenible: se juzgaba a chicas de clase baja, mientras que las famosas tenían una especie de impunidad. Nadie se habría atrevido a detener a Françoise Sagan o Catherine Deneuve, que lo firmaron. Ese manifiesto fue muy útil. El feminismo avanza, pero lentamente. Soy feminista porque creo en los derechos de las mujeres, en su inteligencia, en sus capacidades, en su sentido del humor, en sus posibilidades, en su lugar en la sociedad y en la familia. ¡Que declaración tan seria acabo de hacer!

 

¿Se considera un modelo?

 

No, una inspiración, quizá. Tengo la impresión de ser una fuerza vital para las chicas, pero también para los chicos. El mundo va bastante mal, pero yo hago películas con curiosidad y con ternura.

 

¿Cuál podría ser el final de esta entrevista?

 

¡No hay final! En los 60, fui de las primeras en rechazar la palabra "FIN". Si recuerda la última escena de “Cléo de 5 à 7”, se ve a Cléo caminando por el hospital y dice "Me parece que soy feliz" y... corte!!!

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