El que debió ser un bonus disc y que acabó cobrándose como nuevecito, reúne según eso la totalidad de las rolas creadas durante el viaje que significó “Egypt Station”. Van desde las grabadas en estudio, donde destaca la versión larga del hit original de “Egypt…”, la sorprendente 'Get Enough', hasta shows en vivo capturados en conciertos de lo que va del año en Abbey Road Studios, en la aún viva y emblemática The Cavern y hasta en Grand Central Station.
LA PERRA HA VUELTO
“¿Cómo fue tu infancia, Elton?”, pregunta Sebastian Rich en la introducción al Soundtrack Original de “Rocketman”, el cacareado biopic de Sir Elton John quien responde, en voz de Taron Egerton, con chicas del coro y todo:
I was justified when I was five
Raisin' Cain, I spit in your eye
Times are changin' now the poor get fat
De hecho, la película arranca con la llegada de su protagonista a una reunión de alcohólicos anónimos que servirá como hilo conductor para repasar diferentes etapas de su vida. Sin embargo, son las canciones las que sirven para hacer avanzar la trama en lugar de servir como un hecho aislado más o menos memorable. El primer súper número musical, “Saturday night is allright for fighting”, resulta ambientado en un pub victoriano, y no en las entonces nacientes discotheques o de plano en las calles, como lo muestra el cover que a la rola le hicieron The Who.
Y es que Rocketman se aleja mucho de los mejores biopics de artistas musicales de la historia del cine: Bird (1988), sobre Charlie Parker; Last Days (2005), sobre Kurt Cobain; I’m Not There (2007), acerca de Bob Dylan; Control (2007), la vida y muerte de Ian Curtis (Joy Division); The Runaways
TENIS, CINE & ROCK AND ROLL
Página del Oscarito, para leer sin prisa.
30 AÑOS SIN EL MURO DE BERLÍN. PARTE I: EL ERROR.
Oscar Rodríguez Gómez con info de ElPais.
Tres décadas después, la caída del Muro de Berlín y la reunificación alemana han escrito una historia de éxito extraordinaria. Aquello era el otoño de 1989 y las calles del este de Alemania, primero en Leipzig, pero también en Berlín y en Dresde, eran un hervidero de protestas que asfixiaban al régimen socialista. El 9 de noviembre de aquel otoño, un ERROR de COMUNICACIÓN en una conferencia de prensa de un jerarca de la RDA (República Democrática Alemana, para quienes no saben de su inexistencia), acabaría por derrumbar el Muro de Berlín, dando paso a la histórica reunificación, uno de los mayores logros de la historia de Europa. De eso hace justo ahora 30 años y Alemania lo celebra.
En 1989 las manifestaciones que exigían reformas democráticas y libertad para viajar se multiplicaban por toda Alemania Oriental. Miles de personas hacían colas en embajadas de países del Este para tratar de cruzar la oprobiosa tangibilidad de la “cortina de hierro”, estigmatizada así por Churchill desde 1945. Dentro del país, la presión popular había hecho mella y Erich Honecker, el secretario general del Partido Socialista Unificado de Alemania (SED), había sido reemplazado el 18 de octubre por Egon Krenz, considerado más moderado y reformista. Pero la presión no amainaba.
El deseo de viajar más allá del muro de cemento que encerraba
la RDA era a esas alturas casi irrefrenable. El Gobierno
checoslovaco -aún unificado- amenazaba con cerrar la frontera
si RDA no hacía algo. Los jerarcas commies sabían que la presión
podría ser incontrolable y el comité central del partido optó por
abrir un poco la válvula, pero pensó que sería de manera
controlada. El plan, sin embargo, se les fue de las manos.
"Había que hacer una política comprensible para la gente y la
gente no entendía por qué no podía viajar. La presión era enorme",
rememora Peter Steglich, ex embajador de RDA, en su
apartamento en Alexanderplatz. Ese noviembre de 1989,
Steglich trabajaba en la sede de Exteriores y en su ministerio
formaron un grupo de trabajo, en el que participó, para buscar
fórmulas que permitieran las salidas.
La idea era que la gente pudiera empezar a viajar de forma ordenada en torno a la Navidad, aseguran conocedores de los planes de aquellos días. Werner Kolhoff, entonces mano derecha del alcalde de Berlín occidental, Walter Momper, recuerda AHORA cómo el propio Günter Schabowski, el miembro del politburó que se convertiría en el PROTAGONISTA indiscutible de la jornada, se lo contó diez días antes de la caída del muro. Kolhoff asegura que él y el alcalde se reunieron con Schabowski para preparar las masivas llegadas —entre 50.000 y un millón de personas, según sus cálculos— que se suponía se producirían a finales de año. “Había que preparar alojamiento en albergues para quien se quedara, ampliar el transporte público, organizar un servicio para niños perdidos, un dispositivo por si estallaba la violencia. No sabíamos qué iban a hacer los soldados rusos”, cuenta Kolhoff ahora en su despacho del diario Saarbrücker Zeitung, donde trabaja como corresponsal en Berlín.
Asegura el cronista que mantuvieron incluso conversaciones con los países aliados para ver si podían organizar puentes aéreos para llevar a gente a otras ciudades de Alemania y que Berlín no se colapsara. Abrirían además 12 pasos en el muro para que la gente pudiera salir sin agobios. “Publicamos un comunicado de prensa con el contenido de la reunión con el objetivo de hacer presión para que realmente sucediera”, asegura Kolhoff, quien recuerda que el clima político y social era complicado también en el oeste. “La gente tenía miedo de que viniera la gente del otro lado del muro y se quedara con su trabajo. Era un clima que RECUERDA a lo que pasa ahora con los REFUGIADOS”. Y en todo el mundo, se añadiría.
Pero todos aquellos minuciosos preparativos saltaron por los aires el 9 de noviembre. Kolhoff recibió una llamada al mediodía en la que le filtraban que había una nueva ley en marcha. A las seis de la tarde, el comité central comunista había convocado a los periodistas extranjeros en el este para informarles de una nueva ley de viajes. El día anterior se había celebrado la primera conferencia de este tipo y a la segunda los periodistas no quisieron faltar porque sabían que por la mañana se había celebrado una importante reunión del comité central. A cuatro altos mandos, incluido el funcionario del Ministerio del Interior Gerhard Lauter, les habían encargado redactar un borrador con el objetivo imposible de estabilizar la situación permitiendo algunos viajes. Lauter y sus colegas fueron en su texto mucho más allá y lo entregaron a sus superiores esperando una respuesta que NUNCA LLEGÓ.
Durante la reunión, la nueva regulación fue un tema al que no se le dedicó excesiva atención, detalla Mary Elise Sarotte en su libro “El colapso: La apertura accidental del muro de Berlín”. Despacharon el borrador DANDOLO POR BUENO, después de que Krenz lo compartiera en una pausa de la reunión. Ese día se comunicaría a la prensa y a partir del día siguiente, el día 10 por la mañana, la gente podría ir a solicitar su permiso. Calculaban que en torno a Navidad miles de alemanes orientales podrían disfrutar de una apertura de fronteras como no se había visto hasta entonces. Pero siempre bajo el control de la RDA y sin que ello implicara la caída del muro.
El plan estaba listo y Schabowski sería el miembro del politburó que lo presentaría a la prensa internacional. Peter Brinkmann, corresponsal en la RDA del “Bild”, uno de los periodistas que acudió a la conferencia de prensa y que hizo una pregunta crucial
para el curso de la historia, explica que “querían dar la imagen de que eran profesionales. Por eso organizaron esa conferencia para periodistas extranjeros”. Brinkmann estaba invitado porque al ser del oeste, procedía técnicamente de un país extranjero. El lugar elegido fue el Centro de Prensa Internacional, hoy sede del Ministerio de Justicia, en la Mohrenstraße, en el corazón de Berlín.
Lo que nadie previó es que Schabowski comparecería ante los periodistas SIN haberse preparado el tema y sin haberse leído las notas, ni que acabaría haciendo el papelón de su vida. “Schabowski no estuvo en la reunión de la mañana y no se sabía los papeles. Tenía que haber estado, pero no estaba”, asegura Brinkmann. “Poco antes de las cinco de la tarde, Schabowski llegó y Krenz le dio los papeles”, añade. Así llegó al centro de prensa. Al fin y al cabo, estaba acostumbrado a TRANSMITIR A LOS REPORTEROS LO QUE TENÍAN QUE ESCRIBIR y probablemente no anticipó la lluvia de preguntas a la que le someterían minutos más tarde. (Semejanza con la cultura periodística del boletín, tan neoliberal trasnochada, es pura contradicción).
Casi en el potro, Schabowski habla y habla durante cerca de tres cuartos de hora de procesos, de métodos, de camaradas, de líneas de partido… hasta que llega la primera pregunta sobre los viajes. Riccardo Ehrman, corresponsal de la agencia italiana Ansa, pregunta sobre una ley anterior de viajes que se topó con la oposición de la población, que la consideraba pura propaganda. Schabowski responde de manera confusa y desordenada, pero al final, cuando faltan ocho minutos para las siete de la tarde, se produce, o mejor dicho, Schabowski produce él mismo la noticia con mayúscula. Asegura que “hoy se ha ADOPTADO UNA DECISIÓN […] para que la gente pueda ABANDONAR la REPÚBLICA”. Se genera un pequeño revuelo y los periodistas se interrumpen unos a otros para preguntar. “¿Con pasaporte?”, pregunta uno. “¿A partir de ya?”, grita Brinkmann desde la audiencia. “¿También vale para Berlín oeste?”, añade.
Schabowski revuelve sus papeles en busca de una respuesta, se rasca la frente, se pone las gafas de cerca y lee: “Se podrán solicitar viajes privados fuera del país sin justificación, sin razones para el viaje o sin relaciones familiares y serán aprobados con brevedad”. Un tercer periodista, Ralph Niemeyer, vuelve a preguntar que a partir de cuándo. Schabowski vuelve a los papeles sin saber muy bien lo que lee. “Yo entiendo que de manera inmediata, inmediatamente”. NO LEE, sin embargo, la siguiente página, donde se dice que la decisión de expedir visados no se haría OFICIAL hasta el día siguiente.
La grabación del ambiente en aquella sala de prensa evidencia el desconcierto y la incredulidad ante lo que estaba pasando. “Yo fui corriendo al hotel en la Friedrichstraße y me puse encima todo lo que tenía. Dos camisas y dos jerséis. El conserje me consiguió un taxi y le pagué 50 marcos, una fortuna, casi la mitad de lo que cobraba en un mes, para que condujera toda la noche conmigo. Fui recorriendo todo el Muro”, recuerda Brinkmann.
Esa noche, el noticiario de la televisión occidental, el
Tagesthemen, anunció solemnemente que “hoy es un día
histórico. La RDA ha anunciado que las fronteras están abiertas
para todo el mundo” y dio paso en directo a un enviado al pie
del Muro al que la gente empezaba a acercarse. Luego llegaron
las lágrimas, la euforia, las masas encaramadas al muro y todo lo
demás. “Fue un caos total”, recuerda Kolhoff. “El alcalde estaba
en un estudio de televisión y se levantó en directo. En la
Invalidenstrasse, junto al Muro, se subió a una mesa y con un
megáfono se puso a dirigir el tráfico humano”, recuerda.
Brinkmann, al que todavía le entra la risa nerviosa cuando lo
recuerda y que en el reverso de su tarjeta de visita lleva escrita
la famosa pregunta de la conferencia de prensa, sostiene que
“todo fue una coincidencia gracias a dos palabras, “ab sofort”
[desde ya, en alemán]”.
Steglich, el embajador, apenas se inmutó. Ese día no cruzó al oeste y al día siguiente fue al ministerio como si nada. "Yo era un patriota convencido, no me interesaba lo que pasaba en el oeste", dice ahora este hombre que sostiene que "por una casualidad se escribió la historia del mundo".
Treinta años después falta mucho por saber. Schabowski murió en 2015 llevándose a la tumba la respuesta a uno de los grandes enigmas de la historia. ¿Por qué no estuvo presente en la reunión del comité central en la que se decidieron las medidas cuyos detalles desconocía? Y sobre todo, ¿fueron sus palabras realmente un error?
Continuará…