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LOS VIEJOS ROQUEROS DESEMPOLVAN SUS LIRAS Y SE ABREN PASO EN CUBA.

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La Habana.- Son sobrevivientes de décadas de marginación por diversionismo ideológico al tocar la música del enemigo: viejos roqueros de La Habana se están colando por la puerta que les dejaron entreabierta.

 

Con sus melenas largas, jeans ajustados y brazaletes de cuero, nunca fueron la imagen del hombre nuevo al que aspiró la Revolución cubana, aunque buena parte nunca emigró ni militó en la disidencia, viviendo con austeridad para y por su música.

 

Ahora tienen canas, calvicie incipiente y algunos lucen barrigas abultadas. Y se

asombran al comprobar que Cuba celebró el sábado 13 de julio el Día Mundial

del Rock, con tres días de conciertos –13 bandas diarias durante 10 horas–, en

el Maxim Rock, teatro dedicado exclusivamente al género desde 2007, sede de

la Agencia Cubana del Rock.

 

ERA DIFÍCIL

 

El rock llegó a Cuba desde Estados Unidos en 1955, cuatro años antes del

triunfo de la Revolución de Fidel Castro. Comenzó entonces la confrontación

política e ideológica y Washington decretó un bloqueo económico en 1962, que perdura. Para los defensores de los nuevos valores socialistas, cualquier elemento que amplificara la cultura capitalista y en particular estadunidense era considerado diversionismo ideológico.

 

“Era difícil, difícil, no había las facilidades de hoy”, recuerda Virgilio Torres (62 años), actual vocalista de Vieja Escuela. Hubo momentos en que se vio como diversionismo ideológico, dice en un receso de su actuación en una de la decena de locaciones estatales que admiten al rock.

 

“Desde la década de los años 60 hasta finales de los 80, el rock estuvo vetado en la radio y la televisión, y las bandas sólo podían tocar en fiestas particulares.

Era la música del enemigo, porque era cantada en inglés, se confundió la manada castrista; después se dieron cuenta de que no, muchos años después, pero ya se le habían quitado instrumentos a muchos músicos”, añade.

 

Con una barba de chivo blanca, Roberto Díaz, de 48 años, es uno de los que trataron de hacer rock a finales de los 80. “Yo era de los jóvenes que a cada rato eran detenidos en la calle, por ejemplo, para pedirme mi identificación o llevarme para la unidad de policía si andaba con una guitarra, con un teclado”,  cuenta. Guitarrista y director de Anima Mundi, parte en agosto con su banda a una gira europea que comienza en Francia.

 

CUERDAS DE CABLE DE TELÉFONO

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Había crisis con los instrumentos. Ellos mismos los fabricaban y se los prestaban para actuar en pequeñas fiestas particulares con baja paga.

 

Los instrumentos se hacían, los bafles (altoparlantes), la batería, se hacían cuerdas de cables de teléfono, sacabas la prima de ahí. Se hacían micrófonos de auriculares de teléfonos, se hacían micrófonos adaptados; los bafles se hacían también de madera, bocinas reparadas, equipos hechos en casa, explica Aramis Hernández (62), baterista y director de la banda Challenger.

En 1990 desapareció la Unión Soviética. Cuba quedó en soledad política y en su peor crisis económica, conocida como Periodo Especial. El rock comenzó a acercarse a La Habana. Se abrió el Patio de María, espacio al aire libre muy cerca de la Plaza de la Revolución, corazón político del país.

 

Aparecieron las primeras bandas profesionales. Fidel Castro inauguró en 2000 una estatua de John Lennon, se abrió el Submarino Amarillo y otros centros culturales estatales que aceptan al rock.

 

PUERTA ENTREABIERTA

 

“La puerta está entreabierta; todavía faltan muchas cosas. Se ha mejorado en problemas de programas de televisión, de radio, videos, pero todavía está en el primer piso, faltan muchos escalones todavía”, dice Hernández. “Está medio abierta, porque, por ejemplo, a las disqueras no les interesa, afirma Torres y destaca que, además de esos problemas, tenemos un reguetón que nos aplasta”.

 

Steinar Seland, de 50 años, es considerado el vikingo tropical del rock cubano.

“Bueno, estamos en la isla de la salsa, ¿no? Y por problemas de la historia, el

rock fue marginado desde principios de los años 60”, dice este noruego que

dirige Vieja Escuela. Cuando llegó a Cuba, en la década de 1990, el rock “se

podía decir que seguía siendo un fenómeno marginal; sigue siendo un

fenómeno un poquito marginal”.

 

“Empezó a aparecer un público que se había perdido, los llamados tembas

(viejos), en ‘discotembas’”, entre la nostalgia y la posibilidad de vivir el rock”,  

dice Torres. Aquellos muchachos que en una época fueron jipis o roqueros,

ahora son arquitectos, médicos, personalidades, músicos, están integrados totalmente a la sociedad. Todo lo contrario de lo que se pensó en los años 60 y 70, añade.

 

“El rock está entrando por un huequito así, que es pequeño, y puede ser que crezca mañana, pero mientras haya ese espacio nos sentimos felices”, concluye.

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