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TIRO DE GRACIA A LA TELERA. SE BUSCA LA OFRENDA DE MUERTOS.

Cortesía Marco Gonsen.
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Un breve apunte personal: quien esto escribe decidió dar de baja su servicio de televisión por cable, ante la evidencia ineludible de que cada vez la ve menos. Por no decir que casi nunca. No es que apenas se haya dado cuenta. De hecho, en tres intentos anteriores acudió con su proveedor del servicio, quien lo convenció de renovar el contrato con el gancho de alguna promoción, ya sea de mayor número de canales o de aparatos conectados a la señal.

 

Pero fue inútil. Al final, la realidad se impuso: la pantalla chica ya es a la carta.

 

Frente a la posibilidad de decidir qué se quiere ver y a qué horas, y hasta sin necesidad de estar en casa (gracias a los dispositivos móviles), los modelos actuales de televisión restringida y abierta suenan desesperadamente obsoletos.

 

Los “horarios estelares” y la inclusión de bloques comerciales en medio de los programas se irán extinguiendo, cada vez más aceleradamente. Su lugar lo han tomado los “maratones de series”, que uno decide cuándo empezar y terminar, sin anuncios de por medio. Izzi es tan consciente de esa práctica que incluso ya la promueve en su más reciente publicidad, en la que presume que agregó Netflix a su oferta de servicios.

 

En este caso, unirse al enemigo significa prácticamente resignarse a la propia extinción.

 

La tendencia lleva años en marcha, pero sufrirá un aceleramiento dramático en noviembre próximo.


Netflix, el jugador dominante, enfrentará a partir de ese mes la

competencia de dos gigantes. Uno de ellos, Disney +, que arranca el 12 de noviembre en Estados Unidos, no sólo le quitará su catálogo, sino que ha construido su estrategia en producir contenidos basados en las lucrativas franquicias que posee: Marvel, Star Wars, Pixar, Fox, y las que acumule en el camino.

 

Y el pasado martes, Apple abrió su juego, con una estrategia inesperadamente agresiva, basada en precios bajos y una promoción gancho que no es precisamente su estilo.

 

En la conferencia del pasado martes en su sede, previo a la tradicional presentación de los dispositivos que pondrá a la venta en otoño, la empresa californiana anunció que arrancará el primero de noviembre con su servicio de streaming Apple TV +.

 

A diferencia de Disney +, que tardará meses en llegar a México, el canal de

entretenimiento de Apple estará disponible aquí al mismo tiempo que en

EU. De entrada, ofrece como platillos fuertes contenidos originales

protagonizados por estrellas consagradas de Hollywood, algunas

apuestas nuevas y el reclutamiento de la conductora Oprah Winfrey. Por

supuesto, sin anuncios, con posibilidad de descargas sin conexión con

calidad de imagen 4K y HDR y sonido Dolby Atmos, así como con la

expectativa de nuevas producciones cada mes.

 

Tim Cook, CEO de Apple, anunció el martes el arranque de su servicio de

televisión por streaming. Pero lo que sorprendió fue el precio: 69 pesos por

mes, con una prueba gratis de siete días. Es casi la mitad de la suscripción

más barata de Netflix e incluso está por debajo de los 99 pesos de Claro

Video.

 

Y la segunda sorpresa es que quienes compren un nuevo dispositivo de Apple (iPhone, iPad o Apple TV) tendrán un año del servicio de forma gratuita, una estrategia sin precedentes en una empresa que en algún sentido estableció estándares en los que se vinculaban la venta de aparatos como el iPod con la posibilidad de comprar canciones de forma sencilla por medio de la plataforma iTunes.

 

Estas inesperadas características impactaron psicológicamente en los mercados el mismo martes, bajando el precio de las acciones de Netflix y Disney e incrementando momentáneamente las de Apple. Sin embargo, convendría que en Cupertino no echaran tan pronto las campanas a vuelo, pues hay muchos handicaps a superar aún.

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El primero será ver qué tan consistente es la vocación de Apple como generadora de contenidos. Ya entendió que para competir tendrá que entrar de lleno al drama y, en este sentido, debe superar la experiencia de Amazon y su servicio Prime Video, que también basa buena parte de su estrategia en productos propios, aunque ninguno tan significativamente exitoso como lo fue en su momento el House of Cards de Netflix.


Es claro que, en cuanto a cantidad de producciones para satisfacer una demanda voraz, la firma fundada por Reed Hastings les lleva a las otras tecnológicas muchos kilómetros de ventaja. A esto hay que añadir que para muchos televidentes, Netflix ha arraigado como un hábito muy sólido. Tanto, que entre la gente es frecuente la pregunta, cada vez que

alguien recomienda una película, de si está disponible en esa plataforma.

 

Otro factor en contra del ingreso de competidores es la resistencia de los consumidores a pagar por ver televisión. Para muchos, costear Netflix es su tope y basta con recordar cuántos se abstuvieron de ver Game of Thrones por su negativa a sufragar siquiera un mes de HBO Go.

 

En ese sentido, llama la atención que la multiplicación de servicios de streaming no es tan atractiva como antes lo era pagar por tener 200 canales de televisión. Es difícil imaginar un escenario en el que un consumidor pague por tres o cuatro diferentes plataformas, aun cuando la suma de ellas equivaliera a la cantidad que pagaba antes por la tele por cable. Y es que el problema quizá tenga más que ver con la economía de la atención: de qué sirve tanto por ver si no se tiene tanto tiempo.

 

En este mismo escenario, causa también expectación el modelo recién propuesto por Blim –el servicio de streaming de Televisa– apenas iniciando septiembre, de transmitir por internet una treintena de canales en vivo por 109 pesos al mes, que incluyen los de TV abierta y los que habitualmente ofrece en su servicio básico de cable (Telehit, Bandamax, TUDN, Golden, Unicable, De Película).

 

Como sea, quizá a partir de este noviembre el antiguo modelo de televisión vaya teniendo su lugar en la ofrenda de muertos.

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