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EL IMPERIO INVISIBLE SEGÚN SPIKE LEE: CATALISIS DE UNA SÁTIRA.

PARTE UNO.

Oscar Rodríguez Gómez
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Al teléfono, David Duke (Gran Mago y Director Nacional del KKK): “A Pinky (su sirvienta negra) no le importaba la segregación, ella sólo quería estar con su gente…¿Recuerdas “Lo que el viento se llevó”? Pinky era como mi Hattie McDaniel (Mammy, la esclava). Ganó el Oscar como mejor actriz de reparto, así que…

 

Interrumpe Ron Stallworth, “el infiltrado”: “Usted era Scarlett O’Hara y Pinky su Mammy”, desternillado de risa en una era sin FaceTime ni Skype, mientras

Duke responde sin darse cuenta del albur: “Así es”.

 Con eso de la moda de colocar en los prólogos la leyenda “Basada en hechos reales” (ya Román Polanski se burló de ello en su film homónimo), y que el protagonista de “Blakkklansman” es en la “vida real” autor del libro adaptado a cine, el realizador

Spike Lee prescinde en ésta, su obra maestra, del protocolo de los “hechos reales” porque cree en la ficción, la cual no pretende ser

VERDAD, pero trabaja con los presupuestos con los que una comunidad discute y disputa por la tenencia de ella. El poder de la ficción consiste en poder desmontar los resortes de cualquier discurso y su “efecto” de verdad sobre los públicos.

lo que al instante atrapa al espectador, deviene en el histórico quizás primer gran full shot desde grúa en lento zoom back hasta alcanzar la panorámica: la escena original en “Lo que el viento se llevó” (David O. Selznick / Víctor Fleming, 1939), de Scarlett buscando al Dr. Meade para auxiliar un parto, para lo que ha de cruzar los patios de ferrocarril de Atlanta, con la dantesca imagen de cientos de heridos desparramados por los suelos, quienes claman por ayuda. El gran zoom se detiene, al tope de la grúa, en los jirones de la bandera confederada aún agitándose orgullosa en las alturas.

Luego, Spike Lee desmonta la hegemonía vigente en Estados Unidos con

una parodia inicial interpretada por Alec Baldwin, trabaja laboriosamente

sobre su genealogía a lo largo de dos horas y remata en el final con la

inserción de imágenes tomada en una manifestación en el verano de

2017 – casi hoy mismo, podría decirse- donde supremacistas blancos

maldicen a los judíos y a los negros y repiten la consigna “sangre y suelo

(o petróleo)”,

mientras otros ciudadanos defienden a los negros. La tensión se resuelve

a golpes y atropello que deviene enmuerta y heridos graves. Observar

como corolario al mismísimo Donald Trump defendiendo a algunos de los

manifestantes no sorprende. Hasta se pensaría que también participa del

film.

 

Como en las películas que lo posicionaron como una de las grandes

voces del cine afroamericano de todos los tiempos, Spike Lee vuelve aquí a aportar a dos causas conjuntas: la política y la cinematográfica. De un lado el resentimiento histórico y de otro el delirio colectivo respecto a razas que supuestamente ponen en peligro la estabilidad de una nación no es prerrogativa del país conducido por Trump. El huevo de la serpiente (IngmarBergman, 1977) ha vuelto a quebrarse en varias regiones y el fascismo está casi de moda. Nada mejor que el humor y el lirismo de Spike Lee para combatir la insensibilidad y el odio de la necedad cerril.

 

El guión de la película está basado en la experiencia narrada en el libro de Ron Stallworth “Black Klansman: Race, Hate, and the Undercover Investigation of a Lifetime”. Un tema que ni mandado hacer para el genio afroamericano. Quizás por ello Spike haya añadido a “BlacKkKlansman” imágenes de otras ficciones (“Lo que el viento se llevó” y “El nacimiento de una nación”) junto a otras reales, antiguas y más recientes, para recordar al espectador que por mucha película que sea, no deja de reflejar una realidad que nada tiene de ficción.

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“El nacimiento de una nación” (David Wark Griffith, 1915), a punto de 104 años de su realización, supuso la primera obra maestra cinematográfica de todos los tiempos. Pero también es considerada la película más racista de la historia, ya que presenta la imagen del negro como un ser violento por naturaleza, depravado y lujurioso. La revisión historiográfica norteamericana presentada por D.W. Griffith, en la que convierte al afroamericano en un prototipo de lo desagradable, es uno de los ejemplos de propaganda difamatoria más poderosos jamás realizados.

 

 Es cierto que “Birth of a Nation” marcaría una época en el cine por su calidad artística, sus innovaciones técnicas, su excelente narrativa y su maestría en la puesta en escena. Pero también tendría consecuencias muy desagradables en cuanto a la herencia que dejaría en directores venideros, que continuarían definiendo a toda la población negra con este tipo de lamentables clichés durante décadas. Las grandes obras de la época clásica de Hollywood, obras canónicas que todavía hoy representan el paradigma del buen cine, suelen estar contaminadas de un mensaje racista y patriarcal, producto de la cultura que se vivía por entonces. Eran tiempos en los que a las mujeres se las abofeteaba para que obedecieran al hombre y a los negros se les daba de comer aparte. Un gran número de clásicos del cine tomaban parte activa en ese adoctrinamiento y enseñaban a la población la vergüenza de ser negro, o la debilidad de ser mujer.

 

La película del primer maestro de maestros del arte fílmico glorificaba al primer Ku Klux Klan, que en ese entonces era ya una memoria lejana. El nombre del Klan se compuso con la fusión del griego "kýklos” (círculo), al que se le añadió

 “klan” (clan) en evocación de los grupos familiares ancestrales, ya que todos tenían ascendencia escocesa. Los fundadores decidieron escribir clan con K para darle más notoriedad a la organización. Como buenos humanoides, les gustó el sonido rítmico de las palabras, y decidieron separar Kuklos en dos palabras, cambiando la «o» de Kuklos por «u», y la «s» final por una más impactante «x».

 

La película se basa en el libro y obra de teatro “The Clansman”, de Thomas Dixon. “Birth of a Nation” generó una locura nacional por el Klan. En una función de preestreno en Los Ángeles, se contrató a actores que se disfrazaron como miembros del KKK como parte de la promoción. La popularidad e influencia de la película aumentaron cuando el presidente de entonces, Woodrow Wilson, avaló la exactitud de la misma. Gran parte de la iconografía del Klan, incluyendo los disfraces blancos y las cruces ardientes, procede de la película, que se inspiraba más en el romántico concepto que Thomas Dixon tenía de la vieja Escocia, que en los auténticos símbolos usados por el primer Klan, hoy extinguidos.

 

“El nacimiento de una nación” incluye numerosas citas de la obra de Wilson, historiador de profesión, “Historia del pueblo estadounidense”. Al ver una proyección exclusiva en la Casa Blanca el 18 de febrero de 1915, Wilson exclamó: «Esto es como escribir la historia con un relámpago, y lamento que todo es terriblemente verdadero». La familia de Wilson fue simpatizante de la Confederación durante la guerra civil, y en una iglesia cuidaba de los soldados confederados que habían sido heridos. Cuando Wilson era joven, se había opuesto vigorosamente a la Reconstrucción y, como presidente, revivió las políticas de segregación racial en el gobierno federal, por primera vez desde esa reconstrucción.

 

Dada la documentada perspectiva que Woodrow Wilson poseía acerca del racismo y del Klan, es razonable interpretar sus comentarios como apoyo a la organización racista. La correspondencia que Wilson sostuvo posteriormente con el director Griffith confirma el entusiasmo del presidente por la película. Las opiniones de Wilson se publicaron e inmediatamente suscitaron controversia. El apoyo de Wilson aumentó la popularidad de la película, que a su vez fue un factor importante en la creación del segundo Klan.

Continuará…

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