El que debió ser un bonus disc y que acabó cobrándose como nuevecito, reúne según eso la totalidad de las rolas creadas durante el viaje que significó “Egypt Station”. Van desde las grabadas en estudio, donde destaca la versión larga del hit original de “Egypt…”, la sorprendente 'Get Enough', hasta shows en vivo capturados en conciertos de lo que va del año en Abbey Road Studios, en la aún viva y emblemática The Cavern y hasta en Grand Central Station.
LA PERRA HA VUELTO
“¿Cómo fue tu infancia, Elton?”, pregunta Sebastian Rich en la introducción al Soundtrack Original de “Rocketman”, el cacareado biopic de Sir Elton John quien responde, en voz de Taron Egerton, con chicas del coro y todo:
I was justified when I was five
Raisin' Cain, I spit in your eye
Times are changin' now the poor get fat
De hecho, la película arranca con la llegada de su protagonista a una reunión de alcohólicos anónimos que servirá como hilo conductor para repasar diferentes etapas de su vida. Sin embargo, son las canciones las que sirven para hacer avanzar la trama en lugar de servir como un hecho aislado más o menos memorable. El primer súper número musical, “Saturday night is allright for fighting”, resulta ambientado en un pub victoriano, y no en las entonces nacientes discotheques o de plano en las calles, como lo muestra el cover que a la rola le hicieron The Who.
Y es que Rocketman se aleja mucho de los mejores biopics de artistas musicales de la historia del cine: Bird (1988), sobre Charlie Parker; Last Days (2005), sobre Kurt Cobain; I’m Not There (2007), acerca de Bob Dylan; Control (2007), la vida y muerte de Ian Curtis (Joy Division); The Runaways
TENIS, CINE & ROCK AND ROLL
Página del Oscarito, para leer sin prisa.
HERMANN BELLINGHAUSEN DICE QUE EL ROCK HA MUERTO ¡JA!
Hermann Bellinghausen lun.13 Mayo 2019
Tóquese a todo volumen: Es sólo rocanrol pero me gusta. Así de simple puso las cosas la banda vertebral liderada por Mick Jagger durante medio siglo. Con tal argumento, un cierto ruido rítmico y eléctrico pasó a dominar buena parte de la música popular y algo de la culta. El género, conglomerado de géneros, evolucionó de juvenil, rebeldón y provocador a negocio redondo, subcultura, inspiración existencial o camino al naufragio para sucesivas generaciones.
Banda sonora de millones de vidas, el rock extendió su dominio a la memoria; hoy quién no liga sentimientos, recuerdos, deleites y penas a tal o cual rola. El rock forma parte del alma de la cultura occidental. Y de otras, por colonialismo, sí, pero hubo seducción y reveló la vasta gama de su alcance para el audífono autista y las masas frenéticas en festivales y arenas, para la venta billonaria de copias (hoy bajadas, cuando la reproductibilidad técnica del arte avanza a punta de algoritmos y en satélite). La música es tu amiga especial hasta el fin, te llevará al lado oscuro de la Luna aunque estés muy viejo para rocanrolear y demasiado joven para morir.
Resulta que los semidioses del rock también se acaban. Aparte de los elegidos de los dioses que sucumbieron a las sustancias, el insomnio y la depresión suicida, los irrompibles también se quiebran, envejecen y mueren. Medios, redes y fandoms debaten si el rock agoniza, ante la evidencia de que la limitación temporal alcanza a los más resilientes de sus septuagenarios y octagenarios creadores. Necesitamos aclarar términos. ¿De qué estamos hablando cuando hablamos de rock? Lo popularizaron Chuck Berry y el coqueto Rey de la Pelvis y sus súbditos alrededor del reloj, derivado de la síncopa de los negros urbanos y del folclor anglocelta en ambas orillas del Atlántico.
Ese rock tuvo un recomienzo en los años 60: una inesperada vanguardia inglesa de grupos rompió los esquemas, se adueñó del blues, transitó al jazz, lo sinfónico, barroco, oriental, concreto, vodevilesco. En tanto, la cuna del R&B irradió del delta del Misisipi y Chicago a Nueva York y California y tocó con su gracia al vate
originario que predijo que los tiempos cambiaban y la respuesta estaba en el viento; dio origen al bigotón madre de la invención y al mestizo de la neblina morada. Los británicos que soñaban con ser Ray Charles la pescaron al hilo y ya no hubo quien los detuviera. Blues y poesía generaron hacia 1967 una eclosión irrepetible de libertad creativa en manos de una generación inteligente y no pocas veces genial.
Piedras rodantes en silla de ruedas, esa generación está muriendo. Se dice que con ella acaba el rock, pues otros géneros ganaron el mercado (¿y eso qué?).
Se duda que existan exponentes sólidos además de Jack White y los
Black Keys, se desconfía de Greta van Fleet. Y volvemos a la pregunta
por el nombre. Décadas de apasionadas clasificaciones y
denominaciones dieron pie a diccionarios y listas tan extensas como los
territorios tocados por esta música de músicas. Metal y metal sinfónico,
trash, punk, reggae, progresivo, retro, minimalista, electrónica, Soweto
Sound, funk, hip hop, pop (¡uta, pop!, tantos significados ha tenido: hubo
un tiempo en que Las Puertas y Los Quién calificaban como pop),
alternativo, indie. Ahí ustedes agregan sus etcéteras.
Entonces, ¿exactamente qué se está muriendo? ¿O quiénes? Bowie y
Cohen nos acaban de dejar una estela lúcida y oscura. Al hacer de sus
muertes un último acto, coronaron sus largas e intensas vidas con
sendas obras maestras funerarias. Pero fue el finalmente falible corazón
del bisabuelo satánico lo que encendió las alarmas.
En realidad, el rock ha muerto siempre. El de la cárcel, el del sueño,
el sicodélico, el de combate, el de La Crema y La Banda. Las piedras
rodarían a montón luego de que Muddy Waters y Bob Dylan sazonaron al
Sargento Pimienta y pusieron los ladrillos para una Pared que cuestionó
con eficacia la educación y el control del pensamiento. Proveyeron
parque a los palestinos en Gaza y París al compás de Zebda y las piedras volaron. Ayudaron a terminar con las dictaduras en Argentina y Sudáfrica. El arrogante hip hop no existiría sin esa ebullición. Ni el rai argelino. Ni el mestizo mediterráneo. Ni el rock en tu idioma. El Salón de la Fama devino cementerio en vida, pero el cadáver, ¡ay!, siguió muriendo.