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9T, CUENTO DE HADAS CON GUIÑO A POE Y LA MISOGINIA. PRIMERAS TOMAS.

Oscar Rodríguez Gómez
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¡Ya llegó, ya está aquí: la película más esperada del año! Leo DiCaprio y Brad Pitt juntos; Margot Robbie brevísima y esplendorosa; un elenco cuasi cameos que incluye a don Al Pacino, Kurt Russell, Bruce Dern, Michael Madsen (viejitos potentes del equipo Quentin), además de la consolidación de nuevas estrellas: Emile Hirsch (‘La chica de al lado’); Austin Butler, ya en set filmando biopic de Elvis Presley; Dakota Fanning (de niña, ‘Man on fire’ y ‘War of the worlds’; ya buenísima en “Crepúsculo”, la saga y ‘El fin del sueño americano’); y dos novedades muy tarantinas: Margaret Qualley como la hippie adolescente calientisima y Damian Lewis, en el micro pero básico papel del machín de la época, Steve McQueen, el rubio (no el negro cineasta de Barack Obama de “12 años esclavo”).

 

Allá por 1957, por primera vez al término de una peli, mientras los créditos se limitaban

al reparto, en “Testigo de cargo”, de Billy Wilder sobre la novela homónima de Ágatha

Christie, se escucha una voz en off que sentencia: “Por las características de esta

película se suplica no revelar el final a ninguna persona”.

Tres años después, en el trailer de “Psicosis” y en algunas copias de la época, el mago

del suspenso Alfred Hitchock advierte que no se desvelaría el clímax final para que

todo el mundo pudiera disfrutarlo. Así, QT hizo lo mismo cuando lo agasajaron en

Cannes por “Pulp Fiction”. Ahora, el maestro avisa por conducto de Brad Pitt,

encargado de la promoción del film.

 

Lo que salió mal fue qué hay un gandalla responsable de las sagas de ‘Scream’,

‘Halloween’ y la nueva época de ‘Amityville’, Daniel Farrands, que estrenó en abril en

Hollywood “La obsesión de Sharon Tate”, curioso esfuerzo de un guion basado en el cuestionamiento del Divino Edgar: “¿Es todo lo que vemos o creemos ver un sueño dentro de un sueño?”, palabras que también inspiraron el primer álbum de Alan Parsons Project. Doblegado todo mundo por el genial marketing de QT, la película ni se exhibió en México y acabó con la carrera de la ex chica Disney y luego, bien buena, cantante Pop de más a menos. Su papel de la chulada Tate ni al tobillo de la malograda diva.

 

Pero el mal quedó hecho y los treinta minutos finales de la película de 2:40 de duración refrescan la memoria de los elefantes del cine y atrapan el final tan escondido. Spoiler alert: vuélvase a ver ‘Inglorious bastards’ y relaciónese la secuencia de la matanza e incendio en el cine, con Hitler, Goebbels, Goering y demás jerarcas nazis acribillados. Más burla a la ficción histórica, imposible.

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El odio macho hacia la jipiza del ’69 es puesto en escena con Leo y Brad a su máximo, y sin justificación alguna, más bien con crueldad, como le gusta a QT.

Pero los asquerosos greñudos son lo de menos, las terribles son la basura blanca de adolescentes pachecas, destapadas y sucias como las buenas conciencias de la época dictaron que así se les presentase. Y de ahí sale el leit motiv que llevará a la “masacre”.


Mientras ascienden la colina rumbo a la residencia Polanski, pistola y puñal en mano, las jipitas asesinas demuelen al espectador: “Todas crecimos con la TV, y si no eran caricaturas, veíamos sólo series de violencia. O sea que crecimos con la violencia y los responsables de

ello viven como reyes con los beneficios de lo que nos hicieron. Es momento de tomar venganza”. Hasta ahí el spoiler alert.

 

Lo más bonito de “Erase…”, además de las pervertidas tomas de muslos y trasero de Margot Robbie, es la secuencia en la Mansión Playboy. Todo mundo estaba ahí, pero las reinas eran Michelle Philips y Mama Cass, fumadoras de cannabis que a una de ellas alborotaba su megabelleza (Michelle) y a Cass se le veía un tanto menos gorda. Sharon-Robbie destaca su danza ritual a-go-go al lado de The Mamas, mientras un imposible Steve McQueen, solitario, fuma y critica Hollywood.

 

Para no ir más lejos y redondear las First takes del finalmente cuento de hadas de un QT en la cima, “el sueño dentro de un sueño” se sugiere en la fragmentada secuencia de Sharon-Robbie admirándose a sí misma en un cine segundón del Boulevard (cuando no había multicinemas). En ImdB es posible encontrar la entrevista con QT donde intenta sin lograrlo, como le gusta, explicar que Sharon Tate se mete a ver un churro de la época “The wrecking ball”, con el siniestro Dean Martin, donde la diva en ciernes muestra pierna hasta el calzón. Tate ficticia se presenta “real” en la butaca -tarantinazo: sube los descalzos pies mugrientos sobre el asiento delantero-, mientras ve su ficción en pantalla en una aún más ficticia anécdota.

 

Y tal y como Brad Pitt sentenció hace quince días en la presentación de la peli en CDMX, la hiperviolencia contra las mujeres queda -narrativa, que jamás éticamente- como consecuencia del mal que las mujeres intentan a través del crimen por las razones expuestas. Tarantino mata, y feo (Pitt dixit), a las mujeres que originalmente pretendían ser asesinas. Parte de un happy ending que se discutirá en otro momento…

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