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MEDVEDEV ABRE LA PUERTA (DE LA PERCEPCIÓN).

Oscar Rodríguez Gómez sobre un análisis de José Morón PdB.
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Se fue Masha, pero llegó Daniil. Sin un solo norteamericano en el top 10 ATP y la bestia negra como única yanqui en el top 10 WTA, lo que hizo el ruso – desde el lunes 9 número 4 del mundo- en la final del US Open 2019 ayudará al resto de chicos de la NextGen a creerse que de verdad pueden derrotar al Big 3 si les "pierden el respeto".

 

Daniil Medvedev venía de hacer la final de forma consecutiva en Washington, Montreal y Cincinnati, dando cátedra de capacidad de sufrimiento y de agarrarse a un clavo ardiendo a pesar de ir muy por detrás en el marcador, a lo que añade una  fortaleza mental que demostró en un escenario como el Arthur Ashe y frente a un rival como Rafa Nadal. Lo que hizo Daniil el pasado domingo va a suponer un antes y un después en la historia reciente del tenis.

 

Desde hace unos años, la ATP está “vendiendo” a la NextGen como la estirpe

que por fin tomará el relevo de la que ahora todos conocemos. El Big 3, así

como otros grandes jugadores como Wawrinka o Murray, han pasado revista

a varias generaciones de tenistas que se han quedado totalmente con las

manos vacías, ya que en pleno 2019 todavía no hay ningún ganador de Grand

Slam nacido en los años 90. Ningún tenista nacido en esa década o posterior

sabe lo que es levantar un título de Grand Slam. Es decir, ningún jugador de

29 o menos años tiene un Major en su vitral. El más joven es el croata Marin

Cilic, nacido el 28 de septiembre de 1988.

 

La ATP esperaba "vender" a la NextGen como la buena, la que garantice un

relevo. Lo cierto es que no empezaron mal. Alexander Zverev empezó a

despuntar desde muy pequeño y con solo 20 años ya ganaba Masters 1000.

Se esperaba de él que hiciera lo mismo en los Slams pero todavía se espera sentados (porque parados se cansan) que el de Hamburgo pase de cuartos de final en un Major y que parece haberse estancado este año, consiguiendo peores resultados que en las dos campañas anteriores.

 

Stefanos Tsitsipas fue el segundo jugador de los jóvenes que también pisó finales de Masters 1000 y ya le ha ganado a Federer en un Slam, pero también ha sufrido los estragos de la presión y tras un gran comienzo de 2019, ha pegado un gran bajón en la segunda mitad de año.

 

Coric, Khachanov, Shapovalov, Aliassime, De Miñaur (estos dos últimos aún son muy pequeños, quizá), son otros de los NextGen situados en el Top 25, top 20 o top 15 de la clasificación y de ellos se espera que algún día sean capaces de hacer lo que ha hecho el russki de pura cepa Medvedev en este verano, ponerle a los grandes.

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Seguro que muchos de esos chicos estaban viendo la tele ese día y vieron cómo Medvedev pasó de estar prácticamente derrotado a poder dar el mayor golpe de timón del tenis masculino en dos décadas. El ruso no le perdió la cara al partido en ningún momento y a pesar de estar roto físicamente, luchó cada punto y empezó a remontar, hasta el punto de colocarse por delante en el marcador en el quinto set, donde tuvo incluso bola de break para abrir brecha en el marcador.

 

Terminó perdiendo, pero su obra quedó ahí. Les hizo ver a todos esos jóvenes que es posible. Que por muy mal que estén las cosas, aunque estén muy por detrás en el marcador y al otro lado de la red esté alguien de la talla de Nadal, si se lucha, se puede. NextGen sólo necesita eso: Creérselo de una vez.

Se ha hablado mucho de que estos chicos les tienen mucho respeto a los Nadal, Federer y Djokovic, como es normal. Han crecido viéndoles jugar. No debe ser fácil tenerles al otro lado de la red. Y es precisamente ahí donde fallan. En ese respeto.

 

Lo que hace que el divino villanazo Nick Kyrgios ya tenga victorias sobre todo el Big 3, es precisamente porque al australiano le vale madre. Tener a uno de ellos tres delante le motiva, mientras que al resto le impone. Los jóvenes, cuando enfrentan en un Masters 1000 a cualquiera de los Roger, Rafa o Novak, sí se lo creen por tratarse de matches a tres sets: ahí sí se ha visto más igualdad, pero en los Grand Slams es otra historia. No terminan de creerse que pueden ganarles y esa falta de hambre es lo que les impide hacerlo. Medvedev abrió el domingo 8 una nueva puerta para todos ellos.

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