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PARA ENTENDER A CAROLINA HERRERA Y SU APROPIACIÓN CULTURAL DE MEXICO EN LA MODA.

Síntesis de LaJornada Domingo 23 junio 2019
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París.- El sábado 22 terminó la Semana de la Moda masculina en París, hecho que no tendría mayor relevancia de no ser porque en esta ocasión se atravesó un incidente que tiene que ver con el uso indiscriminado, por parte de muchas productoras de ropa fashion, de motivos gráficos relacionados con tradiciones culturales y religiosas de algunas comunidades indígenas.

 

La carta que el pasado 10 de junio envió la secretaria de Cultura de México, Alejandra Frausto, a los diseñadores Carolina Herrera y Wes Gordon (consultor creativo y sucesor de ella en la empresa) reavivó la discusión sobre los alcances de la llamada apropiación cultural. Así se denomina al acto de usar objetos, imágenes o símbolos de una cultura que no es la nuestra, en especial cuando a esta cultura no se le da un tratamiento respetuoso.

 

El caso es que una de las más recientes colecciones de vestidos femeninos de Carolina Herrera, venezolana de origen radicada en New York,  presenta en muchos de sus diseños elementos gráfico-culturales característicos de tres pueblos indígenas de México, en lo que la titular de Cultura calificó precisamente como un acto de apropiación. El episodio trascendió lo local, y numerosos representantes de compañías internacionales que en algún momento han sido señaladas por usar en sus productos trazos, signos o ilustraciones propios de culturas exóticas (africanas y asiáticas principalmente, aunque también americanas) salieron a defender sus prácticas.

 

Con variantes, todos ellos argumentan que lo suyo no es

apropiación sino apreciación y que al reproducir expresiones

culturales de poblaciones minoritarias, marginadas o ajenas al

sistema de producción occidental, ayudan a difundir esas

expresiones, aun cuando ni un peso de las ganancias que

obtienen vendiendo sus productos vaya a parar a dichas

poblaciones.

 

Y es que el factor económico se ha convertido en un aspecto a

tener muy en cuenta en los casos de apropiación. Puede que el

apropiador no le falte el respeto a la cultura de la cual está

tomando prestado (en todo caso la trivializa, al utilizar por

ejemplo un ideograma cosmológico en una prenda de moda);

pero lo que sí está haciendo es usufructuar la inspiración y la

creatividad de un pueblo –usualmente pauperrimo– sin darle

nada a cambio. En otras palabras, se está beneficiando

económicamente de la inventiva y el talento de personas que

con toda probabilidad estarán viviendo dramáticos ciclos de desempleo y pobreza. Así visto el asunto, la explicación según la cual el apropiador favorece con su acto a la comunidad de la cual plagió su simbología (o su música, o su lírica) suena bastante poco convincente, por decir lo menos.

 

Delimitar las fronteras de la apropiación cultural no es tarea sencilla; en cambio, resulta fácil identificar cuándo obedece a una sana “interpretación de la realidad (…) porque vivimos en un mundo global” (como dice uno de quienes comentan el caso concreto de Carolina Herrera), y cuándo es lisa y llanamente un plagio cuyo fin es aprovecharse del acervo cultural ajeno. Muchos pintores renombrados (Picasso, Matisse, Rousseau, entre otros) han incorporado en sus obras motivos africanos sin que a nadie se le ocurra calificarlos de apropiadores. Pero si un fabricante de carteras, por ejemplo, reproduce un diseño que copió en una remota población indígena y luego vende sus productos a 15 o 20 mil euros por unidad, sin darle ni las gracias a los habitantes de esa población, es evidente que el uso del diseño nada tuvo que ver con la interculturalidad.

 

DISEÑADORES DIVERGEN

 

¿De dónde sacan los diseñadores sus ideas? ¿La cultura es de todos? ¿México acertó al acusar a Carolina Herrera de apropiación cultural por retomar patrones de comunidades indígenas? Kim Jones (Dior), Kris Van Assche (Berluti) y Alejandro Palomo (Palomo Spain) opinan de ello (y divergen entre sí).

 

Estos diseñadores, que presentaron sus respectivas colecciones en la Semana de la Moda masculina que finalizó en París, convienen en que su trabajo consiste en inspirarse de lo que les rodea. Pero la percepción no es la misma entre Alejandro Palomo, creador ascendente que fundó su propia marca hace cuatro años en el sur de España, así como Van Assche y Jones, quienes trabajan para firmas de lujo con décadas de tradición cuyo objetivo es perpetuar su estilo.

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Las críticas del gobierno de México a la reciente colección de la firma neoyorquina ‘Carolina Herrera’, que usó diseños textiles de tres comunidades indígenas, reabre el debate sobre hasta qué punto las firmas deben rendir cuentas cuando se inspiran del saber hacer tradicional de grupos minoritarios.

 

“La apropiación cultural es algo de lo que nos deberíamos olvidar. Hoy en día hay demasiada polémica”, afirma Alejandro Palomo, de 27 años. “Carolina Herrera, más que perjudicar, nos acerca un poco más a la cultura mexicana”, insiste el diseñador español de ropa masculina, aunque sus más reputados clientes son mujeres, como Madonna y Beyoncé. “Es como si yo usara un volante y lo llamaran apropiación cultural. Pues no.” Agrega este cordobés, cuya firma se halla en su pueblo de Posadas.

 

El nuevo director artístico de Berluti, el belga Kris Van Assche, admite que inspirarse en otras culturas se aprende desde la escuela de moda. Yo estudié en la Academia de Amberes, una de las más reputadas del mundo. “Allí aprendemos a inspirarnos de las culturas, no hay nada de deshonesto en ello; lo importante es reconocerlo y reinterpretarlo, dijo el diseñador de 43 años. La cuestión es si hay abuso o no y en el caso de Carolina Herrera lo desconozco, admite, al frente de Berluti, casa fundada en 1895.

 

Van Assche, ex director artístico de la línea masculina de Dior durante más de una década, estima que su trayectoria por casas históricas ha contribuido a evitarle este tipo de problemas. “Personalmente me inspiro en la casa y eso nadie me lo reprocha”, afirma. “Hay dos corrientes de pensamiento: ¿se trata de apreciación o de apropiación cultural?”, reflexiona el británico Kim Jones, al frente de la dirección artística de Dior hombre.

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“Cuando trabajaba con cosas que tienen referencia cultural, o pedía permiso a la gente que trabajaba con ello y obtenían una regalía o trabajábamos con ellos, de forma que los ayudábamos; eso es esencial”. Jones, de 39 años, defiende saber de lo que habla por su experiencia anterior en “Louis Vuitton”, una marca de productos de lujo para viajar.

 

“Con Dior, buceo en sus archivos. Con Vuitton nos interesábamos en las historias detrás de los baúles y de sus viajes. Hay que desarrollar mucha sensibilidad en la moda y tratar a todo el mundo con mucho respeto”, sentencia.

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