top of page

Siguiente

Algunas de esas evocaciones fílmicas y de esas transferencias vivenciales podían ser creaciones muy completas (“Todo sobre mi madre”,1999) o parecer un tanto desiguales (“Kika”,1993). Lo cierto es que prácticamente todas procuraban alcanzar un tono de sinceridad en su descripción, entre humorística y melodramática, de la complejidad de las relaciones humanas tal como las había gozado o padecido el propio Almodóvar. Y ahora resulta que en “Dolor y gloria”, su largometraje 22, el cineasta ofrece una confidencia personalísima de de ética y honestidad.

Con su palmota de Cannes como mejor actor -en la realidad-, el cineasta casi retirado que es Salvador Mallo, Antonio Banderas formidable, -en la

Responsable mediático del capítulo cinematográfico del destape español posfranquista en la transición 70’s – 80’s del siglo pasado, la fama de Pedro Almodóvar ante grandes audiencias deviene de su abordaje -en una cultura mocha por excelencia- de los así llamados “temas tabú”.

 

Uno de sus mayores éxitos iniciales fue justamente "Mujeres al borde de un ataque de nervios" (1988), una loca y desenfrenada historia madrileña pero también un concentrado de la temática almodovariana: "masoquismo, homosexualidad, masturbación, droga, pornografía, ataques a la religión".

 

"Todos estos temas que se consideran tabú pertenecen a mi vida, no los

considero prohibidos ni escandalosos", respondía entonces Almodóvar,

apodado el "'enfant terrible' de la Movida", el movimiento sociocultural que

se produjo en Madrid en los primeros años de la transición de la España

posfranquista. Bastaron unos pocos años para que este manchego, gay

declarado, se convirtiera en la encarnación de una España moderna,

divertida y tolerante.

 

Nacido el 24 de septiembre de 1949 en la quijotesca región de La Mancha,

en el centro de España, Pedro Almodóvar Caballero habla poco de su

padre, un arriero que se ausentaba semanas enteras para ir a vender vino

y que falleció el año de su primera película, en 1980. Su madre, sin embargo,

ha sido una gran figura en su vida, y la maternidad uno de sus temas predilectos.

 

"Los temas de la transgresión, el deseo y la identidad son el terreno preferido de sus obras, impregnadas de humor corrosivo y envueltas en un esplendor visual que le da un brillo inédito al campo estético y al pop-art al que se refiere explícitamente", resume la crítica ya distanciada 40 años del boom de Pedro.

 

Durante ese tiempo, y desde mucho antes -y por mencionar sólo a las deidades- Federico Fellini y Woody Allen se dieron vuelo con sus films según eso “autobiográficos”. De “8 ½” a “La entrevista”, Fellini no dejó de contar su personal anecdotario, mientras que Allen, desde “Stardust” (1980) pasando por “Zelig” y “Dias de radio” hasta “Scoop” (2006), con detalles cáusticos y jocosos siempre trata de incluir también pinceladas de su identidad.

Ahora la crítica dice que le toca a Pedro Almodóvar. “Dolor y Gloria” no es la mejor de sus películas, pero posiblemente sea la más personal. Y bien consciente de que en muchos de los relatos de corte autobiográfico, el riesgo continuo es que la obra refleje, involuntaria o deliberadamente, parte de la buena fortuna y de los descalabros e imperfecciones del propio sujeto que expone su intimidad al escrutinio público. Almodóvar nunca ha dejado de practicar este ejercicio narcisista, ya sea de manera jocosa o en ocasiones sesgada y pudorosa en algunas de sus obras anteriores.


Hay una distancia abismal entre el director emblemático de la movida madrileña que no vacilaba en figurar personalmente, en atuendo travesti, como miembro de una banda de rock en “Laberinto de pasiones” (1982) y el director que insinuaba, a través de sus múltiples alter ego, masculinos o femeninos, el desgarramiento pasional de un amor no correspondido (“La ley del deseo”, 1987; “Entre tinieblas”, 1983) o la imposibilidad para el hijo pródigo de recuperar alguna vez el paraíso rural perdido (“Volver”, 2006).

image1.jpeg
Oscar Rodríguez Gómez con Info de Carlos Bonfil y Pepa Blanes.

EL ALMODOVAR GENUINO SE DEVUELVE AL PÚBLICO CON “DOLOR Y GLORIA”.

image2.jpeg
image3.png

ficción- vive una existencia solitaria, distanciado del mundanal ruido, desencantado ya de la vanidad del éxito. En la larga antesala de la vejez, los achaques físicos han remplazado las energías entusiastas y las arrogancias juveniles. Ahora el cineasta se impone un necesario ajuste de cuentas con un pasado afectivo en el que quedaron tantas cosas importantes a la deriva, tantos impulsos amorosos injustamente cercenados, y una relación con la madre donde también se frustraron las mayores complicidades sentimentales.

 

“Dolor y gloria” representa, en una alegoría religiosa, las diversas estaciones de un calvario muy íntimo en busca de una redención por lo demás azarosa. No sorprende así el nombre mismo del protagonista, ni tampoco el tema de la traición (ya sea profesional, por parte de Federico, un antiguo colaborador guionista, ya sea pasional, en el caso del ex amante Alberto), y mucho menos la figura muy poderosa de la madre anciana (Julieta Serrano) con la que Salvador intenta reanudar una comunicación perdida, el abrazo de un perdón compartido y la ilusión de una comunión tardía.

 

La manera en que Almodóvar dispone, a través de su alter ego Banderas, de los reencuentros y los adioses con ese pasado suyo que le ha vuelto el presente casi intolerable, es a través de una larga catarsis que lo conduce a revivir su infancia y la inocencia de ese primer amor materno, una estupenda Penélope Cruz, tan próximo a lo sagrado; y el perturbador y muy profano primer amor masculino que al niño Salvador le inspira, confusamente, un joven albañil analfabeto.

 

Poco importan los grados de veracidad o de ficción en el recuento autobiográfico. En ese ritual de la confidencia artística todo parece permitido. La adicción a la droga dura, omnipresente en la película, es algo que jamás padeció el director manchego; sus adicciones eran otras, todas de carácter sentimental. La magnífica sobriedad del relato, alejada del humorismo provocador y socarrón característico del almodovarismo, es algo novedoso y muy apreciado por una nueva generación de cinéfilos, y en ocasiones lamentado por nostálgicos de la vieja guardia transgresora.

 

También se valora que el espléndido retratista de mujeres que fue siempre Almodóvar (como el clásico Cukor, o Godard, Fassbinder y Allen) pueda ahora ofrecer caracterizaciones tan soberbias como las de Antonio Banderas, Asier Etxeandia o Leonardo Sbaraglia, figuras del sentimentalismo masculino en la pantalla. Difícilmente se encontrará en el cine contemporáneo una encarnación tan vigorosa del dolor físico y la zozobra

existencial como la que logra el personaje de Salvador Mallo. La

persistencia aleccionadora del dolor y la vanidad escarmentada de una

gloria transitoria, son un poco las manifestaciones de esa lucidez artística

con la que un Almodóvar crepuscular renueva, con una energía inesperada,

su viejo pacto con la mejor creación artística.

 

Las películas de Almodóvar están construidas por varias voces. Algunas de

ellas, en la tradición del teatro, expresadas en monólogos. El de “Dolor y

Gloria” es La Adicción, un texto que al protagonista, Antonio Banderas,

acaba por convertirlo en el mejor alternativa ego de Pedro Almodóvar en

esta autoficción donde todos los elementos narrativos, todas esas voces

que componen el cine del director manchego ya nos suenan conocidas.

 

La Movida no aparece en la película, sólo a través de referencias. Sí

aparece la infancia. El primer amor, la pulsión sexual. Recuerdos que plasma en unos flashbacks muy estudiados y luminosos. Dice Pedro: "La ficción tiene unas reglas que fagocitan el origen por el que empiezas a escribirla. Me pasa conmigo y con cualquier otra ficción. Para mí, la inspiración siempre viene de la realidad, del exterior, de algo que leo, algo que veo, que escucho, un libro, algo que me inspira. Eso proporciona las primeras líneas del guion. En este caso, esa parte exterior resulta que soy yo mismo, pero en el momento de escribir la ficción va fagocitándose y convirtiéndose en otra cosa. Hay que cosas que son reales y hay otras que surgen".

 

" Me daba mucho miedo acercarme al pastiche con las imitaciones, así que fuimos al guion, a lo que estaba escrito. El trabajo ha sido similar al de coser los mantos de las vírgenes de Málaga, hay que ir poco a poco, puntada a puntada, hasta el resultado final", concluye el manchego.

 

Para Penélope Cruz, el cine de Almodóvar siempre ha tenido un compromiso con las historias de mujeres, de todos los tipos de mujer y también de todos los hombres que se sienten mujeres. “Entre tinieblas”, “Kika”, “Átame” o “Hable con ella” escandalizaron en su momento a una sociedad timorata. Almodóvar siempre normalizó cualquier sexualidad”. A lo que Banderas añade: “Por eso “Dolor y Gloria” tiene un gran mensaje político: la normalidad conseguida. Si hay algo que en este momento político puede provocar, es la naturalidad con la que se habla de la sexualidad. Cuando el personaje habla de que tiene pareja mujer y que antes tuvo como pareja un chico, se hace con gran naturalidad, como en la vida real. Y eso, a algunos, hoy en día les puede molestar".

El cine, las pasiones y los deseos son sus grandes temas, a los que en “Dolor y gloria” incorpora la muerte, la soledad, el paso del tiempo, en una obra redonda que nos devuelve al mejor Almodóvar.

 

Por cierto que el español recibirá en Venecia el “León de Oro a la Carrera” en la edición 76/de la Muestra del Cine, que se celebrará del 28 de agosto al 7 de septiembre: “Almodóvar no sólo es el director español más importante e influyente después de Luis Buñuel, sino también el autor que ha sabido narrar la España posfranquista, ofreciendo un retrato articulado, controvertido y provocador", escribió Alberto Barbera, director del Festival de Cine de Venecia, certamen donde Pedro inició su carrera internacional en 1983 con “Entre tinieblas”.

image4.jpeg
image5.jpeg

"Era la primera vez que una película mía viajaba fuera de España. Fue mi bautizo internacional y fue una experiencia maravillosa, al igual que mi regreso con 'Mujeres al borde de una crisis de nervios" en 1988. Este León se convertirá en mi mascota, junto con los dos gatos con los que vivo. Gracias de todo corazón por este premio", comentó Almódovar al recibir la noticia.

 

“Dolor y gloria” muestra que Almodóvar, de sus películas desenfadadas y corrosivas, ha evolucionado hacia un cine más introspectivo y sombrío, en el que aborda de una forma sobria, casi púdica, el amor, el dolor y la reconciliación.

bottom of page